Como cada 15 de septiembre, hoy las y los mexicanos celebraremos el mundialmente famoso “Grito de Dolores”, con el que el cura Miguel Hidalgo dio inicio a la gesta histórica que culminaría en la Independencia de México.
Llama mucho la atención empero, que celebremos nuestra independencia nacional el 16 de septiembre, y no el 27 de septiembre, ya que si bien, en efecto, el 16 de septiembre de 1810 inició la lucha por la independencia, esta no se consumó sino hasta once años más tarde, el 27 de septiembre de 1821. La lógica diría que, si de celebrar la independencia se trata, habríamos de hacerlo cada 27 de septiembre, y que el aniversario de hoy, no sería entonces el 213 como se dice, sino el 202.
Y es que, durante esos 11 años que duró la guerra de independencia, no fuimos en realidad independientes de España, no, sucedió que había múltiples guerras de guerrillas encabezadas por diversos grupos insurgentes que en general, estaban siendo derrotados por las fuerzas afines a la Corona española. En definitiva, no puede decirse que somos independientes desde hace 213 años.
La crisis política suscitada en España con la ocupación francesa por parte de Napoleón Bonaparte, quien tras exigir la abdicación de Fernando VII, dejó la Corona de España a su hermano José Napoleón, provocaron que en América se conformaran tres grupos: 1) Los que apoyaban el reconocimiento del reinado de Napoleón; 2) Quienes aducían que el monarca legítimo seguía siendo Fernando VII (entre quienes estaba Hidalgo), y 3) Los que, inspirados por la reciente Independencia de Estados Unidos, impulsaban el independentismo.
A la postre, y no obstante el retorno de Fernando VII al trono, los independentistas resultaron triunfadores. Esto, porque en España, el Rey fue sometido por la revolución liberal encabezada por Rafael de Riego, que derivó en la emisión de la Constitución de Cádiz, que afectaba los intereses de los criollos en México, quienes prefirieron apoyar la instalación de una monarquía independiente en la Nueva España, por lo que se aliaron al insurgente Agustín de Iturbide, que convocó a todos los grupos insurgentes y proclamó el Plan de Iguala, o Plan de Independencia de la América Septentrional, un 24 de septiembre de 1821, para tres días más tarde, terminar el proceso de cambio político con la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México, encabezado por Iturbide, quien fue aclamado por el pueblo como Emperador, naciendo así el Imperio Mexicano, y consumándose la Independencia.
¡Ah claro!, ya vemos por qué no se quiere reconocer el 27 de septiembre de 1821 como la fecha en la que deberíamos celebrar la independencia, porque habría que reconocer el mayor de los méritos en toda esta gesta, nada más y nada menos que a Iturbide, coronado como Agustín I.
El Imperio fue efímero, ya que dos años después Antonio López de Santa Ana y Vicente Guerrero lo derrocaron e impulsaron la creación de la República que se concretó con la Constitución de 1824, pero a sus continuadores les causaba urticaria reconocerle méritos históricos a un monarca, por eso torcieron un poquito la historia. Total, qué tanto es tantito.
Otro que la torció un poquito más -al menos en cierta versión popular-, fue Porfirio Díaz, que decidió celebrar El Grito, el 15 de septiembre, y no el 16, para hacerlo coincidir con su cumple. Faltaba más. Con esto, la ceremonia patria, o que debería ser patria, es decir, de todas y de todos los mexicanos, Don Porfirio la convirtió en un acto personal, tal como ahora lo hace López Obrador al desinvitar a los titulares de los otros Poderes del Estado Mexicano con quienes no tiene buenas relaciones, como si El Grito fuera un evento personal -su cumpleaños o algo así-, y no el evento de todas y todos lo mexicanos que debe ser. Digamos que, 138 años después, López Obrador vino a “porfirizar” de nuevo esta fiesta cívica.
Como fuere, nunca estará mal celebrar a la patria, pero lo cierto es que haría más sentido hacerlo cada 27 de septiembre, o ¿será que el gobierno concede que la lucha por la independencia solo inició, pero que la independencia en sí, aún no se ha consumado? ¿será que solo cambiamos de amo? ¿será que estamos ante nuevos dominadores? ¿el del yugo de la delincuencia organizada en connivencia con el gobierno?
Esto lleva a otra reflexión, el grito original de Hidalgo fue: “¡Viva nuestra madre santísima de Guadalupe! ¡viva Fernando VII y muera el mal gobierno!”. Quizá sea hora de recuperar esa última parte, más actual que nunca, y gritar: ¡Viva México, y que muera el mal gobierno!