Por Germán Lohr
Hace unos días, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE, recortó al igual que otros organismos públicos y privados los pronósticos de crecimiento económico para México y países integrantes.
Al nuestro lo ubica a 1.9% para este año y a 2.1 por ciento para 2023, cuando hará algunos meses los pronósticos gubernamentales andaban al doble, ¡qué poco nos duró ese gusto!
Pero bueno, son a fin de cuentas los clásicos tijeretazos que se llevan a cabo conforme avanza el año y se acomodan las calabazas en la carreta.
Nada nuevo bajo el sol, dirán algunos ya que lo extraño sería que las expectativas las hubieran elevado cuando -como dice el refrán- el horno de la 4T no está para bollos ni la novia para tafetanes.
Lo menciono ya que el Banco Mundial y la Cepal son menos optimistas al respecto con pronósticos menores que rondan 1.7%. y la verdad es lamentable, ahora sí, para tirios y troyanos.
Junto con esta expectativa también aparece la inflación como otro reto a vencer debido a que se estima cierre si bien nos va en 7% y para 2023 ronde 4.4%; cuestión que tenemos que ponderar más adelante con tanto brinco en los precios de energéticos y alimentos.
Dentro de todo este tutti frutti, la noticia es que los indicadores de la OCDE son más benéficos para los Estados Unidos, Japón y México que para el resto de los integrantes, sean ricos o pobres.
No obstante, es válido mencionar que los apoyos fiscales y monetarios aplicados en países desarrollados para paliar los efectos de la pandemia de Covid-19 funcionaron para evitar la recesión mundial independientemente de los daños desiguales. Provocados.
Me explico: el PIB europeo cayó en 2020 en 6.5% a diferencia del de Estados Unidos de 3.4%; no se diga del nuestro casi de 9% dado el poco apoyo gubernamental realizado y lo mal manejado en términos sanitarios.
Sin embargo, habrá que estar atento de los anuncios de política monetaria de la FED, allá con los gringos que anticipan no menos de medio punto adicional debido a que la inflación en mayo rondó cercana a 9% su nivel más alto en 40 años y al igual que el PIB serán ajustados a la baja.
Ciertamente los mercados están revisando las expectativas del crecimiento económico, que bajan de 4% estimado hace meses a 2.8% este año y 2.2% para 2023, buscando así sortear la recesión mundial.
Volviendo a los pronósticos de la OCDE, decía que las expectativas son mejores para nuestro país y los vecinos del norte ya que varios indicadores así lo refieren.
Entre ellos destacan los pedidos y suministros de empresas manufactureras sean aeroespaciales o automotrices a pesar de falta de chips e incluso empresas ligadas a la construcción de parques industriales que trae nuevos números.
Estos pronósticos son respaldados en el caso nuestro, ni duda cabe, por la calidad manufacturera de clase mundial; no se diga por la competitividad estratégica del bloque Norteamérica que nos hace país atractivo de inversiones.
La industria automotriz es un claro ejemplo al surtir al mercado del TMEC e incluso al latinoamericano y europeo y como ejemplo destaco las nuevas inversiones en el bajío de Honda, que pretende producir 200 mil unidades adicionales de carros.
Son autos que más de 80% se comercializan fuera del país y el restante en México, lo que no debemos soslayar ya que es y ha sido durante años uno de nuestros principales motores que debemos de cuidar como oro en paño.
En suma, sin alzar las campanas al vuelo hagamos votos para que se mejoren las expectativas racionales y salgamos airosos este año en cuanto a mejores números de crecimiento y empleo por lo de la grilla esa no hace tanta falta, pero seguimos empeñados en no cambiar la agenda actual.
He dixi.