Por Germán Lohr
Un indicador referente para medir el comportamiento del empleo en el país lo es la Encuesta Nacional de Empleo Urbano (ENOE) del Inegi, que nos ofrece información oportuna mes a mes de la fuerza laboral y sus distintas modalidades como son la informalidad, subocupación entre otras a nivel de las 32 entidades federativas.
La buena nueva es que nuestro mercado laboral de acuerdo a datos de enero del 2022 ha venido recuperando los empleos perdidos en la pandemia, aunque hay que recalcarlo estos últimos vienen con más precariedad de la deseada en términos de condiciones laborales y buenas remuneraciones.
Esto no es un asunto menor si consideramos que el 2022 arrancó con uno de los incrementos salariales más altos al pasar el mínimo de 141.70 a 172.87 pesos diarios, lo que significa un incremento de 22% en beneficio de cerca de 6 millones de trabajadores.
De acuerdo a datos de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos (Conasavi) el número… Más bien, el grupo de trabajadores que percibe el salario mínimo creció 8.8% y ya representa alrededor de 34% del total de trabajadores ocupados. Nada mal dirán algunos en beneficio de la 4T.
Sin embargo, un globo no hace la fiesta y no se deben echar las campanas al vuelo ya que este beneficio con la inflación alcanzada en alimentos y energía ha impactado negativamente estos aumentos al reducirse el poder de compra.
Ahora bien, el punto es que, si con aumentar el salario pensamos que aumentarían el resto de las remuneraciones hacia arriba, la realidad nos muestra que no ha sido así lamentablemente.
Lo vemos por ejemplo en la informalidad que sigue siendo muy alta al representar el 55% de la población ocupada siendo mayor dicha informalidad en la ocupación de las mujeres. Recordemos que nuestra población ocupada asciende a 55.5 millones de personas al mes de enero del 2022.
De esta población trabajan 33.8 millones de hombres y 21.7 millones de mujeres, 70% son trabajadores subordinados y remunerados al ocupar una plaza de trabajo en su mayoría en el comercio y los servicios.
Un restante 22.6% algo así como 12.5 millones trabajan de manera independiente o mejor conocidos por cuenta propia sin contratar empleados y el restante 4.3% esto es 2.4 millones son empleadores o patronos.
Pero bueno, el punto es que seguimos siendo un país donde arriba de 60% de los ocupados alcanzan cuando mucho entre uno y dos salarios mínimos y realmente es bien poca la gente que alcanza o percibe por encima de cinco salarios.
Este grupo de población ocupada oscila entre el uno y dos por cierto en promedio en los últimos años y hace falta más educación y mayor empuje para salir del subdesarrollo en el que estamos.
Nos falta realmente mucho que andar para poder avanzar y crecer y el reto sigue y seguirá siendo crecimiento económico y mejores empleos como eje central de las políticas públicas a fin de vencer la pobreza extrema y la desigualdad.
No hay que perder de vista que la economía mexicana se debilitó en la segunda mitad del año pasado; no obstante el tan cacareado rebote económico que sigue debajo de los niveles precarios del 2018.
De las 20 actividades que integran el PIB, seis importantes siguen contraídas entre ellas el petróleo y la energía para variar, así como los servicios financieros, seguros y el renglón educativo.
El desempeño de nuestro sector secundario y terciario es variopinto y se ha visto además impactado por la inflación que ha querer y no le resta poder de compra al consumidor final.
Si a ello le agregamos nuevas regulaciones como la entrada de la ley de outsoursing, la interrupción de las cadenas de suministro y la desconfianza del inversionista aunado a la discusión de la energía en el Congreso que vaya uno a saber dónde para esa misa, los escenarios no pintan nada bien de aquí al cierre del sexenio.
He dixi