Conviene conocer el contenido del presente Plan denominado “Estrategia nacional de industrialización y prosperidad compartida” que continúa su marcha a pesar de la guerra arancelaria que trae de cabeza al mundo entero.
Como todo plan, tiene una amplia la cual, para mi gusto, debería ser acotada al abarcar varios objetivos que van desde elevar el contenido nacional y regional de sectores estratégicos hasta impulsar la integración del continente.
Sus metas van dirigidas al 2030 y son para variar de carácter general, por no decir que buenos deseos. Veamos, su primer meta, como ejemplo, es ocupar lugar 10 de las economías del mundo.
Se dice fácil ya que a partir del 2026 se pretende alcanzar, sin decir montos, un 25% de la proporción inversión-PIB para llegar arriba del 28% en el 2030 con inversión privada y pública.
Escenarios, por cierto, difíciles de cumplir en un entorno como el actual con Trump en la casa blanca y su tesis proteccionista, pero bueno, no hay que desanimarnos y ver cuál de sus 12 metas desde ya pueden arrojar algunos resultados favorables.
Destacaré las metas posibles, siempre y cuando, haya realmente una buena coordinación entre los tres órdenes de gobierno como pueden ser las compras públicas con contenido nacional junto con la reducción significativa de trámites en cuanto a requisitos a invertir.
Lo mismo puede que suceda si hay mayores apoyos a la educación y capacitación con la generación de 150 mil profesionistas y técnicos, el apoyo financiero al 30% de las PYMES.
Sin embargo, como todo plan trae mucha paja, ya que las 15 acciones para alcanzar las metas, en su mayoría, son de escritorio, sean bases, formatos o decretos, firma de acuerdos y una Ley de Simplificación, brillando por su ausencia las cuestiones presupuestales de rigor.
En el mismo orden, aparecen los famosos Como que son las estrategias de fomento industrial en el que aparece el decreto del Nearshoring y los polos del bienestar a lo largo del país.
En estos polos se empieza a hablar de ciertas deducciones fiscales inmediatas para nuevas inversiones en activo fijo dirigidas todo a sectores de alta tecnología, investigación y desarrollo acompañadas de inversión pública en agua, electricidad, transporte y vivienda.
Dada las condiciones en que estamos inmersos, esto es cercano a una recesión económica será necesario comprometer el mayor gasto público de inversión pública posible que anime la atracción de inversión privada.
Continuando con el contenido del Plan México se abre un apartado para responder lo siguiente: ¿Por qué estos sectores y productos estratégicos?, y la respuesta la ligan a los objetivos relevantes relacionados con el combate al cambio climático, la diversificación de mercados y la generación de mejores empleos básicamente.
Todo lo anterior, viene envuelto y aderezado con la célebre y famosa sustitución de importaciones en varios frentes que van desde lo textil y calzado, semiconductores, energías limpias, electromovilidad, etc., acompañados por 12 polígonos de norte a sur del país.
Tomaré un caso de acciones a desarrollar en el sector agroindustrial que, en el caso de la dependencia del campo la SADER, se olvida de la sequía y anuncia la compra de maíz en Sinaloa y el relanzamiento de maíz por México.
Junto con estas acciones hay otros proyectos clave con denominaciones de origen donde se busca impulsar marcas colectivas que van desde chicles, carne seca, chiltepín, sal, hasta elaborar equipales.
Luego, entonces, y es la moraleja del cuento hay que repensar en los quiénes, cómo, cuándo y con qué se habrán de realizar dichas acciones, ya que la revoltura no ayuda mucho que digamos, menos cuando no aparecen los recursos presupuestales.
Ya veremos si este plan que debería ser uno o dos programas de mediano plazo no queda como otro tratado de felicidad pública.
HE DIXI.