Un poco de historia económica para contextualizar el presente artículo relacionado con la importancia de atraer inversión al cierre del sexenio.
Desde el siglo XIX la hegemonía norteamericana viene creciendo en términos del PIB, no se diga en el intercambio e influencia de su moneda.
Para el siglo XX, y pasada la segunda guerra mundial dicha influencia se acrecienta llegando a representar la mitad del PIB mundial y casi 90% de las transacciones cambiarias.
Hoy en día, con tan solo 4% de la población mundial representan una ¼ parte del PIB global y su moneda sigue siendo un gran referente en el mundo.
Para bien y para mal -dirán algunos- somos los vecinos a veces distantes de los gringos y, según los especialistas, el famoso nearshoring es una oportunidad o prueba que debemos de aprovechar en la medida de lo posible.
Esta relocalización de negocios, sobre todo de China, busca aumentar las exportaciones a los Estados Unidos y Canadá, que representan más de 80% de nuestras exportaciones ya cercanas a los 600 mil millones de dólares.
Vaya, que los tratados de libre comercio firmados con más de 40 países en la mal llamada época neoliberal nos arrojan buenos resultados al menos en ciertos estados del norte y bajío.
Lo digo como señal de buen ánimo -a pesar de tanto brinco- y hasta retroceso en el ambiente de la promoción e inversión extranjera sobre todo en una coyuntura internacional adversa para el crecimiento económico y los empleos.
Sobre todo, adversa, en materia de tasas de interés e inflación como también en lo tocante al o los conflictos bélicos cuya incertidumbre mantiene en vilo y al alza los bienes y servicios.
A querer o no, una recesión puede estar a la vuelta de la esquina y se requiere no solo prudencia sino buen tacto en el manejo del ingreso y el gasto no se diga la deuda en gobierno, empresas y familias.
El escenario macroeconómico del país sigue siendo ambivalente ya que para los gobiernícolas el PIB podría crecer al 3% y según los especialistas de negocios sean bancos o casas de bolsa bien nos iría con la mitad o hasta el 1%.
Luego entonces de aquí al cierre del sexenio seguiremos la misma inercia sólo que el crédito será más caro y escaso y el asunto de la deuda pública y privada deberá ser manejada con pinzas.
Qué bueno hubiese sido habernos preparado estos seis años para atraer inversión al país y no repelerla y al mismo tiempo haber orientado la mayor inversión en gasto público en infraestructura cuyos efectos multiplicadores ya se empezarían a notar.
Sin embargo, la 4T dilapidó recursos fiscales en cancelaciones de proyectos innovadores y andando como el aeropuerto de Texcoco o en refinerías de petrolíferos que ya van de salida en vez de energías limpias.
Esperemos que dos bocas, tren Maya, aeropuerto Felipe Ángeles se sostengan sin subsidios lo que veo realmente difícil, aunque ya ni llorar es bueno.
En fin, hay que aprovechar en la medida de lo posible el nearshoring relocalizando empresas en Sonora que movilicen no solo la capital, sino las regiones económicas del norte, centro y sur de la entidad sin descuidar la sierra sonorense.
Ojalá que sea más pronto que después que surjan del gobierno estatal buenas noticias en materia de economía y empleo sin olvidar el tema de la seguridad en general.
He dixi