El cambio climático está dejando efectos en nuestro planeta que ni siquiera fueron considerados en las películas futuristas más acertadas como 2001: Odisea del Espacio, Volver al Futuro 2 o El Día Después de Mañana.
Uno de esos efectos colaterales imprevistos es la intensificación de las tormentas de arena y polvo, las cuales están afectando seriamente la vida en el planeta e incluso a las economías de varios sectores y países.
De acuerdo con un informe anual de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), sobre la incidencia y los peligros de las tormentas de arena y polvo, el cambio climático puede aumentar significativamente los focos de tormentas de estas partículas.
El organismo señala que en 2022 se identificaron puntos críticos con concentraciones de polvo significativamente más elevadas en América Central y del Sur y España, así como en la mayor parte de África Central, en el noroeste de China, y el Océano Atlántico entre África Occidental y el Caribe.
El documento advierte que la media mundial de las concentraciones promedio anuales de polvo en superficie en 2022 fue superior a la de 2021, debido al aumento de las emisiones procedentes del centro-oeste de África, la Península Arábiga, y el noroeste de China.
Según datos de la agencia, unos 2,000 millones de toneladas de polvo entran en la atmósfera cada año. Gran parte de esto es un proceso natural, pero otra gran parte es el resultado de una mala gestión del agua y la tierra.
Así, los informes disponibles muestran que las actividades humanas influyen en las tormentas de arena y polvo, enfatiza.
Por ejemplo, el aumento de las temperaturas, la sequía y la mayor evaporación reducen la humedad del suelo; esto, combinado con una mala gestión de la tierra, favorece el aumento de las tormentas de arena.
La agencia asegura que está comprometida a hacer frente al grave peligro que suponen dichos fenómenos y continúa trabajando para mejorar las capacidades de previsión de tormentas de polvo y los servicios de alerta.
Las tormentas, detalla el informe, repercuten en la aviación, el transporte terrestre, reducen el rendimiento de las centrales solares y propagan patógenos humanos, todo lo cual afecta negativamente a las economías del mundo. La pérdida de nutrientes del suelo, estima, cuesta a la agricultura más de 8 mil millones de dólares al año, tan sólo en la región panamericana (Incluyendo México).
Además, la exposición continua a partículas de polvo se ha asociado a efectos adversos para la salud, como infartos de miocardio, mortalidad cardiovascular y cáncer de pulmón, subraya la OMM.
Hace apenas unos meses, en Guaymas y Empalme se experimentó la furia de una fuerte tormenta de arena que dejó sin luz y agua a miles de habitantes por varios días. El documento destaca que, en las últimas décadas, la región de Oriente Medio, donde se conectan los continentes asiático, africano y europeo, ha sufrido procesos de desertificación y episodios de polvo “alarmantes”.
Las extracciones intensivas de agua y la creciente presión sobre los recursos hidrológicos agravan los desafíos en un clima árido. Como vemos, en Sonora tenemos mucho qué hacer para evitar que estos problemas se intensifiquen y sucesos como el de Guaymas y Empalme se repitan con mayor frecuencia e intensidad en el futuro.
Necesitamos tener un manejo más responsable del agua, evitar la sobreexplotación de ríos y pozos y reconvertir el sector agrícola a cultivos que consuman menos recursos hídricos.
También sería importante tratar toda el agua utilizada para el consumo humano y así darle un segundo uso en el agro, la industria o simplemente para devolverla al medio ambiente. Es mucho lo que está en juego y no hacer nada sólo acelerará nuestros problemas con el clima y el medio ambiente.
Twitter: @gomezreyna