In memoriam de Marcela Fernández de Gándara

Foto: Facebook Antonio Duarte García

Marcela Fernández Aguilar está ya en la historia de Hermosillo.
En vida trascendió los linderos de las ventajas del nombre, la familia, la fortuna, los intereses materiales y aún los políticos, y se constituyó en una persona con imbatible determinación filantrópica.
Como sus manos tocaron con gracia las teclas del piano y le arrancaron bellas melodías, su vocación de servicio a la comunidad le llevó a compartir las penas de muchos necesitados y, con su apoyo, la alegría de los mismos al vencer adversidades.
De pequeña, sus padres le cuidaron con dedicación y esmero; nada le faltaba. En su propia familia, su esposo, Javier Gándara, no escatimó atenciones y cuidados, y sus hijos (Javier Francisco, Luisa Alejandra, Germán, Ana Marcela, Adreana y Gerardo) le rodearon de amor y motivos de orgullo.
Lo tuvo todo. Por su condición social y económica, pudo vivir sin preocupación; cuando mucho, hacerse cargo solo de sí misma.
Como alumna muy destacada de la maestra Emiliana de Zubeldía, pudo ser una gran pianista, mas prefirió dedicarse a su esposo, a sus hijos y a la gran familia en que se constituyó la enorme legión de niños, jóvenes, adultos, artistas e instituciones que recibieron su apoyo altruista.
Aún con el natural acoso de la comodidad, eligió servir.
Su disposición de ayudar a los necesitados, le hacían indagar en hospitales, hospicios, escuelas, instituciones, iglesias, universidades, y acercarse a muchas personas en lo particular, que requerían impulso para desarrollar arte, profesión, formación humana en general. Por lo general, les daba lo que requerían.
Daba sin dilación, sin provocar esperanzas en falso; sin hacer dar vueltas en vano; sin poner condiciones irremontables y, por lo general, sin esperar alguna expresión de agradecimiento. Daba y daba sin cansancio.
Daba como se debe dar: haciendo el bien sin mirar a quién.
Tan evidente fue su vehemente deseo de apoyar personas, causas e instituciones, su esposo e hijos le convencieron de crear una Fundación que hiciera esa tarea de manera organizada, en equipo y bajo control.
Así, hace tres décadas nació la Fundación GANFER, misma que presidió.
Bajo el lema Sólo para servir, la Fundación se declara en disposición de trabajar para construir un mundo incluyente, en paz y sin desigualdad, a través del respeto universal a las personas, las culturas y el medio ambiente, fomentando siempre este valor en cada una de nuestras acciones. “Nos entregamos con amor, cuerpo y alma, a través de acciones responsables, honestas, congruentes, desinteresadas y útiles para mejorar la vida de los que más lo necesitan”.
La organización opera en cinco programas: Arte y Cultura, vitrina de exposición al mundo del talento artístico; Pasos para la Paz, generación de ambientes libres de violencia en las escuelas; Mejoremos Nuestra Vida, talleres de autoempleo; Un Paso a Tiempo IAP, programa de prevención de adicciones; Santa María Goretti, programa de intervención de niños en situación vulnerable.
Lejos de justificar un retiro, acrecentó su presencia, poniéndose al frente de cada una de estas actividades, haciendo con ello, que la institución día a día lograra un marcado éxito, patentizado en excelentes resultados.
En la mente de sus colaboradores se patentó su lema personal: “Cuando las ganas por servir, la voluntad por ayudar y el amor al prójimo se unen suceden cosas extraordinarias”.
También participó en otros proyectos. Fue activa integrante del Consejo de la Fundación Emiliana de Zubeldía Inda, a la que respaldó siempre con entusiasmo y amor.
Por su profunda incidencia en la vida de muchas, incontables personas, que, en base a sus acciones filantrópicas lograron abrirse paso y alcanzar un mejor horizonte, caló profundo en toda la sociedad.
Ello explica que no solo los grandes medios de comunicación informaron de inmediato la infausta noticia de su deceso, sino que muchas personas, a través de las redes sociales, expresaron su sentimiento por la pérdida que significa para todos su vuelo a la eternidad.
Tomo tres, de mujeres cercanas a ella, a su familia o a sus acciones, que encontré en el repaso de inmensidad de mensajes, y considero retratan esa trascendencia en muchas almas que registraron el paso de Marcela por este valle de lágrimas y le consideran una venturosa agente de alivio para muchos:
Stella Borchardt @stellaborchardt Triste noticia el fallecimiento de la señora Marcela Fernández de Gándara, una mujer excepcional en la historia de Sonora. Filántropa, generosa, preocupada y ocupada por su comunidad. Deseo pronta resignación y consuelo para su compañero de vida, don Javier Gándara Magaña, sus hijos e hijas Luisa Alejandra Gandara. #DescanseEnPaz
Sylvia Duarte Moreno (Fb).- Marcela Fernández de Gándara, eres una estrella brillante ya en el cosmos divino! Los hombres y las mujeres escriben aquí en el Plano físico su historia, la trascendencia la define no sólo el paso que llamamos muerte, sino el valor del servicio y las acciones que sirvieron y abrazaron a los demás, al prójimo. Marcela dio valor y dimensionó su vida en favor de su prójimo. Es legado familiar para sus hijos y esposo y para la sociedad a la que vivió dándole. Nosotros como amigos y contemporáneos de ella hacemos un homenaje a su alma y corazón. Abrazo a Javier y a tus hijos querida nuestra!!!!
Leticia Varela (WhattsApp).- Hasta el día amaneció gris… porque se apagó una gran luminaria. Yo también estoy triste. Marcela se lleva girones inmensos de mi vida con ella y me deja llena de huecos lacrimosos pero también de recuerdos brillantes y amorosos. Dios la colme con un cielo dichoso en su presencia. Nos tocó vivirla y amarla. Gracias a Dios.

Crédito: Facebook de Antonio Duarte García

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