Buscando claves para entender mejor a la base electoral del trumpismo, leí en 2017 Hillbilly Elegy: A Memoir of a Family and Culture in Crises, de J.D. Vance (Harper, 2016). Desde entonces, no he dejado de recomendar su lectura a toda persona interesada en la sociedad y la política estadounidense.
En el fondo, se trata de una conmovedora respuesta literaria, periodística y testimonial a la actitud de desprecio y profunda incomprensión de parte de los estadounidenses más cosmopolitas, liberales, universitarios y clase medieros de las costas hacia los habitantes más desfavorecidos del Rust Belt o cinturón del óxido que se extiende por el nordeste y medio oeste de los Estados Unidos.
Al parecer la frase “Canasta de deplorables”, con la que Hillary Clinton los calificó durante un discurso de campaña, fue un factor decisivo para su derrota frente a Trump en 2016.
El libro, mucho más que la malograda película que Netflix produjo algunos años después, fue un éxito de ventas por el retrato de su familia y el entorno social en el que creció, profundamente afectado por la desindustrialización, por el desmantelamiento de la aparcería y por la crisis que trajo consigo el cambio económico y tecnológico para familias enteras que dependían de las minas de carbón, la industria del hierro y del acero y la manufactura tradicional. Milagrosamente y gracias al tesón de su abuela, Vance pudo graduarse de la Universidad Estatal de Ohio y de la Escuela de Derecho de la Universidad de Yale, pero dejó a atrás amigos y familiares en las garras del alcoholismo, la heroína, el desempleo y la desesperanza.
A diferencia de muchos otros, Vance no romantiza la pobreza blanca y de cuello rojo. Al contrario, es un duro crítico de la forma en que ciertas actitudes han acendrado su propia marginación.
El martes pasado, Vance resultó electo Senador por su natal Ohio. Su campaña lo reivindicó como el outsider conservador que necesitaba el estado y una lectura rápida a sus textos proselitistas retrata bien un ideario forjado en esas comunidades donde, como él mismo contrasta, las altas tasas de ciudadanía estadounidense se correlacionan con las igualmente altas tasas de pobreza y criminalidad.
En su visión, los enemigos son el establishment que no hizo nada para detener el deterioro de Estados Unidos, China que ha comprado, o peor aún robado, las industrias estadounidenses, Biden que ha dado la espalda a la industria del gas y el petróleo, los demócratas que han negociado tratados de libre comercio en detrimento de la industria estadounidense, la migración indocumentada que contribuye a arrebatar los empleos que tanto necesitan los estadounidenses, la oligarquía de la tecnología que roba la información a las personas, la industria armamentística que promueve guerras en su beneficio directo, las grandes empresas que impiden políticas de defensa de los pequeños empresarios, y el adoctrinamiento liberal en las escuelas que, entre otras cosas, promueve el aborto.
En efecto, Trump podrá tener los días contados pero el trumpismo tiene nuevos líderes para resurgir con fuerza y seguramente con mayor credibilidad.