La Condecoración de la Orden Mexicana del Águila Azteca, es un galardón regulado por la Ley de Premios, Estímulos y Recompensas Civiles, y constituye el máximo reconocimiento que el Estado mexicano puede otorgar a una persona extranjera, en virtud de los servicios prominentes que haya prestado a la Nación Mexicana o a la humanidad.
La presea tiene distintos grados -Insignia, Venera, Placa, Banda, Banda en categoría especial, y Collar-. Este último, el de Collar, es el grado máximo y solo puede entregarse a jefes de Estado, sea para reconocer esos servicios prominentes, o bien, durante visitas oficiales cuando se acuerden intercambios de condecoraciones entre sus respectivos jefes de Estado.
Pues bien, como puede verse, se trata de una presea que -al menos- en teoría, debería representar un altísimo honor y, sobre todo, debería ser recibida solo por personas de un reconocido prestigio ganado a partir de méritos concretos por servicios prestados a México o a la humanidad.
No es, pues, ningún personaje ni por asomo digno de recibir presea alguna -ni siquiera una estrellita en la frente como la que daban los maestros en la primaria-, mucho menos la Orden del Águila Azteca.
Pero que antes se hayan cometido estos errores no justifica que se sigan cometiendo, porque en casos como estos, estas condecoraciones solo sirven para legitimar al gobernante, y es lo último que el Estado mexicano debería hacer, andar legitimando déspotas.
Se dijo que la presea se entregaba en reconocimiento al apoyo brindado por Cuba a México mediante el envío de médicos durante la pandemia, pero sabemos que lejos de ser un servicio humanitario, el asunto costó, y costó mucho.
México pagó 255 millones de pesos al régimen cubano, por la presencia durante 3 meses de 585 médicos. Es decir, cada médico costó 145 mil pesos mensuales, y nunca supimos bien a bien, si en realidad eran médicos, por no sirvieron para maldita la cosa. Un médico del IMSS en cambio, gana menos de 20 mil pesos.
Pero, además, sabemos también, que el gobierno de la isla les retiene entre el 75% y el 90% de este dinero. Es pues, un modelo de negocio que instancias internacionales de protección de derechos humanos han calificado de esclavismo moderno y trata de personas.
Es un mecanismo de financiación a una dictadura bananera que ya ha sido replicado en diversos países incautos o cómplices. Así, lejos de merecer un premio, lo que Díaz-Canel se merece es un juicio y una condena. Ya le llegará la hora.
Díaz-Canel -decíamos- es el continuador del régimen castrista, pero, por increíble que parezca, con mano aún más dura que la de los propios Fidel y Raúl. La mayoría de los presos políticos que tiene hoy en la cárcel, son personas que salieron a las calles el pasado 11 de julio de 2021 a manifestarse pacíficamente exigiendo libertades, derechos… Democracia. Una persona está en prisión por haber escrito una canción de protesta en ese contexto.
Es por eso, y por muchas otras tropelías cometidas por este tipo, que la entrega del máximo galardón que México puede otorgar a un extranjero resulta una afrenta para quienes creemos en la democracia y en los derechos humanos.
Ya nomás falta que el presidente López Obrador entregue también esta condecoración a sus amigos del club de dictadores, Maduro de Venezuela, y Ortega de Nicaragua, a quienes también visitó en aquella gira oficial que incluyó Cuba.
De continuar por esa ruta, la Condecoración de la Orden Mexicana del Águila Azteca perderá todo prestigio y significado, bien podría terminar siendo una suerte de ridícula Condecoración del Ganso Azteca.