La ética pública en México en 2050

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Por Germán Lohr

Continuando con los escenarios reseñados en el libro “Futuros México Hacia 2050” en esta ocasión le toca al tema “La ética pública y los valores del servidor público al 2050”.

En este apartado surge la gran pregunta: ¿se puede hacer algo para erradicar la corrupción? Y la respuesta es que desde luego que se puede hacer, siempre y cuando se fortalezca la ética pública.

La ética -ni dudarlo- es la antítesis de la corrupción y para combatirla se requiere fortalecer los valores en gobernantes y gobernados parejo.

Ahora bien, lo relevante de esta prospectiva es el análisis de dicha disciplina en cuanto a resultados, por cierto, nada halagüeños a dos décadas de arrancar el siglo XXI.

Dicho análisis viene acompañado de los posibles escenarios buenos, regulares y malos que habrá en caso de hacer o no hacer nada por combatir la corrupción de continuar la 4T y los que vengan con la misma inercia al estilo del gato pardo de aquí al 2050.

Entrando en materia, conviene mencionar que la ética es una disciplina del conocimiento que estudia las actitudes (vicios y virtudes), los hábitos y las costumbres del comportamiento humano.

Acotando esta se puede decir que la ética pública hace referencia a la conducta del servidor público en el cumplimiento de su deber.

En esta ocasión no haré una reseña de los antecedentes históricos de la ética pública en los gobiernos mexicanos desde la revolución a la fecha como viene documentado en el libro citado al principio.

Más bien comentaré algunos indicadores de Transparencia Internacional (TI), ya que desde su creación en los noventa da seguimiento al tema de la corrupción a través de un índice de percepción, cual espada de Damocles para los gobiernos.

En 1995, de 41 países encuestados, la posición que ocupa México fue la 32, diez años después era la 65 con 158 países encuestados y para el 2015 ocupamos el 95 de 198 encuestados. Lo anterior quiere decir que en vez de mejorar vamos de mal en peor al revisar también los datos de organismos internacionales como la OCDE.

No hay de otra para países como el nuestro -y el resto de la América Latina-, que incorporar la ética como política de Estado y trabajar en los tres órdenes de gobierno y resto de los poderes de la Unión llevando además ésta a la ciudadanía para lo cual es necesario institucionalizar en el servicio público varios protocolos.

Digo protocolos al igual que instrumentos éticos de aplicación práctica no omitiendo mencionar desde los comités de ética, al igual que leyes, reglamentos, códigos y oficinas que vigilen la conducta de los servidores públicos.

Los especialistas proponen continuar sumándose a las redes internacionales de ética global con el fin de fomentar en las próximas generaciones, valores, normas y directrices que promuevan la integridad y credibilidad del sector público.

En pocas palabras para implementar sistemas e instrumentos éticos hay que trabajar con funcionarios, legisladores, políticos, jueces y magistrados, pero también con los ciudadanos.

Se trata de levantar un edificio ético que llevará tiempo, esfuerzo y recursos tanto técnicos como humanos y que solo generando conciencia sobre su importancia podremos avanzar.

De aquí al 2050 necesitamos formar servidores públicos que aspiren a tener un buen gobierno para lo cual se debe estar comprometido con el bien común y la integridad de las personas.

Todo aquel que desee incursionar en los asuntos públicos tiene que pasar por el filtro de la ética a fin de impedir que individuos sin perfil ético lleguen a ocupar cargos públicos.

Vaya tema el cual no se agota y esta es solo una breve reseña del gran material y contenido que viene en este libro ampliamente recomendable del futuro que nos espera de aquí al 2050.

He dixi.

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