Marcos Pérez Esquer
El paquete económico propuesto por el gobierno para el 2025 está plagado de falsedades. Plantea que el dólar estará en 18.70, cuando todos sabemos que hoy está en 20.30 pesos por dólar; es muy poco realista pensar que bajará a esa cifra. Igual sucede con las tasas de interés, que estima cierren en 8%, cuando hoy están en 10.25%. Es verdad que es esperable que el Banco de México ajuste a la baja esa tasa, pero no de manera tan drástica, entre 25 y 50 puntos base sería lo esperable, para llegar si acaso a 9.75%.
Pero lo peor es la estimación del crecimiento económico el cual calcula entre un 2% y un 3%, cuando el Banco Mundial la estima en 1.5%, el Fondo Monetario Internacional en 1.3% y la OCDE en 1.2%. Incluso el propio Banco de México la calcula en 1.2%, en tanto que instituciones especializadas como BBVA y Citibanamex la estiman en 1%. Es decir, el gobierno está calculando que la economía mexicana crecerá entre el doble y el triple de lo que realmente lo hará.
Y la verdad es que la estimación del gobierno no solo es poco realista, sino hasta fantasioso, porque al menos el gobierno anterior de la 4T, fue el campeón del bajo crecimiento en los últimos 36 años. El promedio de crecimiento durante el sexenio de Carlos Salinas fue del 4%, el de Zedillo fue de 3.5%, el de Fox 1.9%, el de Calderón 1.4%, y el de Peña 2%. Nada para aplaudirse, pero el de López Obrador mucho menos, fue de apenas un 0.8%. Con esas credenciales es sumamente iluso pensar que ahora el crecimiento se triplicará.
Este dato, el del crecimiento del PIB, es especialmente importante porque de ello depende el monto de impuestos que el gobierno recaudará. Si la economía crece, las empresas pagan más ISR y sus empleados también. Si la economía crece, la gente consume más y por ende pagan más IVA. Pero si la economía no crece como el gobierno cree, lo que ocurre es que bajan los ingresos públicos y crece el déficit. Un déficit que ya de entrada está por los cielos.
Aún con esos datos alegres de crecimiento económico, el gobierno estima que ingresará 8 billones de pesos en 2025, y que se endeudará con otros 1.3 billones, para gastar 9.3 billones en total. Es decir, ya de inicio, el déficit es de 14 pesos por cada 100 que se gasten.
Ese déficit público, es decir, la diferencia entre lo que el gobierno ingresa y lo que se gasta -que es más de lo que ingresa-, la Secretaría de Hacienda lo estima en 3.9% para 2025, pero resulta que este 2024 cerrará en 6%. Se trata de un déficit no visto desde hace tres décadas, por allá, por mediados de los 90s en que tuvimos la crisis económica conocida como el “efecto tequila” que derivó en el fobaproa. Que ahora nos vengan con que el déficit para el próximo año será menor porque la economía crecerá, cuando nadie más cree que crecerá en esos niveles, no es más que hacerle al tío Lolo.
Pero hay algo adicional, el problema del servicio de la deuda, es decir, los intereses que tenemos que pagar por la deuda acumulada, es enorme. Una deuda -hay que decir-, que ha crecido sin control de 2023 para acá. Dicho de otra manera, de cara a las elecciones de 2024, el gobierno echó la casa por la ventana repartiendo dinero por doquier a base de endeudamiento. Ahora hay que pagar los platos rotos. En 2025 pagaremos 1.4 billones de pesos de intereses, lo que significa que toda la deuda que contrataremos será tan solo para pagar los intereses de la propia deuda. Increíble. Imagínese usted, que un día deja su tarjeta de crédito a tope, y como no puede pagarla -ni siquiera los intereses-, entonces se endeuda con otra tarjeta para pagar los intereses de la primera. No es difícil saber lo que va a pasar muy pronto: la deuda se volverá inmanejable.
Para ponerlo en contexto, recuérdese que el gasto que ejercerá la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, la que atiende el que es probablemente el problema más acuciante de México, será de 70 mil millones de pesos. Es decir, tan solo de intereses de la deuda, pagaremos 20 veces lo que gastará la Secretaría de Seguridad. Otro ejemplo es el de la inversión física, que en 2025 será de 800 mil millones, lo que implica que gastaremos casi el doble en intereses, que en infraestructura.
En definitiva, la 4T no apuesta por el crecimiento económico y por la responsabilidad hacendaria, sino todo lo contrario, se ha consolidado como la campeona del endeudamiento y del crecimiento mediocre.