El más reciente número de la revista Nexos se centra en este importante asunto: la demolición del Estado. De hecho, justo ese es el título de su artículo principal, en el que denuncia la demolición institucional que está teniendo lugar en nuestro país a partir del inicio de la actual gestión presidencial.
El entonces candidato Andrés Manuel López Obrador lo había anticipado de alguna manera cuando en una rabieta espetó aquello de ¡al diablo con las instituciones! Y si bien, en consecuencia, ese proceso de destrucción de amplios aparatos institucionales estatales no debería llamar a sorpresa, lo cierto es que nadie había anticipado el calado enorme que conllevaría.
El propio artículo central de Nexos, en mi opinión, se queda corto. Se queda corto porque alude casi exclusivamente a la destrucción de instancias internas de la administración pública federal, sin asomar la mirada a lo que también ocurre en otros entes públicos que no están bajo el control del Ejecutivo, pero sí bajo su asedio. Y es que, para destruir instituciones no existe una fórmula única; no sólo eliminando entidades bajo el resguardo propio se puede aniquilar a las instituciones, también mediante otras estrategias. Veamos:
1. La supresión. Desde luego, la vía más sencilla -que es a la que alude Nexos- es la de eliminar, cancelar o suprimir entidades que el Ejecutivo tiene bajo su tutela directa, como lo son aquellas que integran la administración pública federal, ya sea centralizada, desconcentrada o paraestatal. En estos casos basta una instrucción presidencial (a veces con la ayuda de su mayoría en el Congreso) y de un plumazo se extingue alguna institución.
Así ocurrió con el Seguro Popular, cuya ausencia seguimos padeciendo (literalmente hablando), y que llevó a que 30 millones de personas perdieran el acceso a servicios de salud que antes tenían; con fallas y defectos, pero los tenían.
Así pasó también con los 109 fideicomisos que atendían temas diversos en áreas tan importantes como el medio ambiente, la ciencia y la tecnología, la defensa de los derechos humanos, el deporte, la cultura, las afectaciones por desastres, y un largo etcétera.
Se suprimieron también instituciones, como el Instituto Nacional para la Evaluación Educativa (INEE), el Instituto Nacional de Desarrollo Social (INDESOL), el Instituto Nacional del Emprendedor (INADEM), ProMéxico, etc.
El INAI por su parte, siendo constitucionalmente autónomo, fue suprimido de facto por meses, mediante las maquinaciones presidenciales que han impedido el nombramiento de tres comisionadas.
2. La captura. Esta estrategia implica el uso de la amenaza o la violencia para anular la normal actuación de una institución. Esto se ha aplicado contra varios jueces, e incluso ministros de la Suprema Corte, contra magistrados del Tribunal Electoral, y contra el titular de la Auditoría Superior de la Federación, entre otros.
3. La cooptación. Esta estrategia consiste en colonizar esas instituciones con incondicionales al Ejecutivo. La Suprema Corte y el Consejo de la Judicatura han sido objeto de esta forma de conspiración. Pero también el CONEVAL, la CNDH, y otras más.
4. El abandono. El abandono institucional estriba principalmente en asfixiarlas presupuestalmente, pero también puede implicar el dejarlas acéfalas o incompletas en su integración, como ha sucedido con la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV), con el INMUJERES, con la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (CONAVIM), y muchas más.
En una política sinsentido, las corporaciones policiales locales han sido abandonadas a su suerte; y ahora, la amenaza del estrangulamiento presupuestario se cierne también sobre el INE, el INAI, y el Poder Judicial.
5. La militarización. Convertir instituciones que antes eran civiles en entes militares es también una forma de demolición. Se podrá decir que en este caso las instituciones siguen funcionando, sí, pero han sido arrebatadas a los ciudadanos, a los civiles. Para todo efecto práctico, la ciudadanía las ha perdido, o al menos, han dejado de vigilarlas y de incidir en ellas. Ahí están los puertos y aeropuertos, los bancos del bienestar, el tren maya, Mexicana de Aviación, etc.
Muchos ejemplos más podrían agregarse en cada una de las estrategias anteriores, pero lo importante es visibilizar el proceso de demolición que está viviendo el Estado mexicano, y lo mucho que costará reconstruirlo.