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La crisis silenciosa: Por qué el sistema de salud en México necesita una transformación urgente

por Víctor Hugo Celaya

Por: Victor Hugo Celaya Celaya

El sistema de salud mexicano se encuentra en una encrucijada histórica.

Mientras millones de ciudadanos enfrentan diariamente la angustia de hospitales saturados, desabasto de medicamentos y atención médica deficiente, otros países han logrado construir modelos sanitarios que garantizan acceso universal y atención de calidad.

Esta realidad, que afecta a entre 30 y 50 millones de los 130 millones de habitantes del país, no es producto del azar, sino el resultado de décadas de decisiones políticas, económicas y estructurales que han configurado un sistema fragmentado e inequitativo.

Este día, quiero compartir con ustedes un análisis profundo de esta crisis nacional y examinar las condiciones actuales del sistema de salud mexicano, que enfrenta cuestionamientos públicos y ciudadanos sobre su viabilidad operativa y la urgente necesidad de modernización.

A través de una comparación con modelos exitosos como los de Dinamarca, Canadá, Alemania, Reino Unido y Costa Rica, exploraremos alternativas viables que combinan lo mejor de los sistemas públicos y privados para garantizar un derecho fundamental: el acceso a la salud.

La evidencia es contundente: mientras México invierte apenas el 5.7% de su PIB en salud, muy por debajo del promedio de 13.35% de los países de la OCDE (Banco Mundial, 2021), naciones como Costa Rica han logrado construir sistemas universales con excelentes indicadores de salud invirtiendo aproximadamente el 7% de su PIB.

Esta disparidad no solo se refleja en cifras, sino en la calidad de vida y esperanza de vida de millones de mexicanos que merecen un sistema de salud digno, eficiente y humano.

La situación actual del sistema de salud en México

La crisis del sistema de salud en México es el resultado de una compleja interacción de factores estructurales, políticos y económicos que se han acumulado durante décadas.

A diferencia de países con sistemas sanitarios robustos como los del norte y centro de Europa o incluso algunos en América Latina, México enfrenta desafíos particulares que han limitado su capacidad para proporcionar atención médica de calidad a toda su población.

Un sistema fragmentado e inequitativo

México cuenta con un sistema de salud altamente fragmentado, compuesto por diversas instituciones: IMSS, ISSSTE, PEMEX, Sedena, y los servicios estatales y federales como el ahora IMSS-Bienestar.

Esta fragmentación ha derivado en una cobertura desigual, donde la calidad del servicio depende del empleo formal, la región geográfica y la disponibilidad de recursos.

Según datos recientes, solo el 77% de la población mexicana tiene cobertura de salud, en comparación con más del 89% en otros países de la OCDE.

La confianza en el sistema también se ha deteriorado significativamente. Una encuesta realizada en 2024 reveló que apenas el 36% de los mexicanos confía en que su sistema de salud les proporcione la mejor atención posible, lo que refleja una crisis de credibilidad institucional que agrava los problemas existentes.

Desabasto de medicamentos y deficiencias estructurales

Uno de los problemas más visibles y angustiantes es el desabasto crónico de medicamentos, que se agravó considerablemente tras los cambios en el modelo de compras públicas implementados en 2019.

Esta transición, que buscaba eliminar la corrupción, generó en la práctica una serie de fallas en la cadena de suministro que han afectado especialmente a pacientes con enfermedades crónicas o cáncer.

A partir de 2019, el gobierno federal centralizó la compra de medicamentos con la intención de eliminar la corrupción.

Sin embargo, la transición fue caótica, provocando retrasos, mala planeación y fallas en la distribución efectiva.

La desaparición del Seguro Popular y la creación del INSABI, seguido por IMSS-Bienestar, generó confusión y vacíos administrativos que aún no se han resuelto completamente.

Además, el gobierno rompió relaciones con muchas distribuidoras nacionales por sospechas de corrupción, lo que llevó a una crisis de abastecimiento que ha persistido a pesar de los esfuerzos por establecer nuevos canales de distribución.

El impacto humano de esta situación es devastador.

Organizaciones de pacientes han documentado casos de personas que han visto interrumpidos sus tratamientos, con consecuencias graves para su salud y, en algunos casos, con desenlaces fatales que podrían haberse evitado con un suministro adecuado de medicamentos.

La infraestructura hospitalaria en México también presenta graves deficiencias, especialmente en zonas rurales y marginadas.

Muchas clínicas y hospitales carecen del equipamiento básico necesario para proporcionar atención médica de calidad, y la distribución geográfica de los centros de salud es desigual, concentrándose en áreas urbanas y dejando a las comunidades rurales con opciones limitadas.

El país cuenta con aproximadamente 2.5 médicos por cada 1,000 habitantes, ubicándose en el cuartil inferior entre los países de la OCDE.

Esta escasez se agrava por las condiciones laborales precarias que enfrentan los profesionales de la salud, con salarios bajos, jornadas extenuantes y falta de recursos para realizar su trabajo adecuadamente.

Como resultado, muchos médicos y enfermeras optan por emigrar a otros países o trasladarse al sector privado, exacerbando la escasez en el sistema público.

En el centro de la crisis se encuentra un problema fundamental: la insuficiente inversión pública en salud.

México destina aproximadamente el 5.7% de su PIB al sector salud, una cifra significativamente inferior al promedio de los países de la OCDE, que se sitúa en torno al 13.35%.

Esta subfinanciación crónica tiene consecuencias directas en todos los aspectos del sistema: desde la infraestructura y el equipamiento hasta los salarios del personal y la disponibilidad de medicamentos.

Además, cerca del 50% de los gastos en salud son cubiertos directamente por los ciudadanos, lo que impone una carga financiera desproporcionada sobre las familias de menores recursos y agrava las desigualdades existentes.

Modelos internacionales exitosos: lecciones para México

Mientras México lucha con estos desafíos, varios países han logrado construir sistemas de salud que destacan por su calidad, cobertura universal y eficiencia.

Analizar estos modelos ofrece valiosas lecciones que podrían adaptarse al contexto mexicano.

Dinamarca: excelencia en el modelo escandinavo

El sistema de salud danés es considerado uno de los más desarrollados del mundo, ofreciendo atención médica gratuita y universal financiada principalmente a través de impuestos.

Con una inversión cercana al 10.8% de su PIB en salud, Dinamarca ha logrado construir un sistema altamente descentralizado, gestionado por regiones que adaptan la atención a las necesidades locales.

Una de las características más destacadas del modelo danés es su alto nivel de digitalización, que permite una gestión eficiente de los recursos y facilita la coordinación entre los diferentes niveles de atención.

Los resultados son evidentes: altos niveles de satisfacción ciudadana, excelentes indicadores de salud y un acceso equitativo a servicios de calidad para toda la población.

Alemania: el modelo Bismarck de seguro social universal

Alemania cuenta con un sistema de seguros sociales obligatorios, financiado conjuntamente por empleadores y empleados.

Este modelo, conocido como Bismarck, garantiza que todos los ciudadanos tengan acceso a atención médica de calidad, y aquellos que no pueden pagar son cubiertos por el Estado.

Con una inversión aproximada del 11.7% del PIB en salud, el sistema alemán combina elementos públicos y privados, fomentando la competencia y la eficiencia sin excluir a ningún sector de la población.

La clave de su éxito radica en una regulación efectiva que asegura estándares de calidad uniformes y previene la discriminación basada en condiciones preexistentes o capacidad de pago.

Canadá y Reino Unido: modelos de acceso universal

El sistema canadiense, basado en el modelo Beveridge, proporciona atención médica básica universal y gratuita en el punto de uso, financiada a través de impuestos.

Aunque existen tiempos de espera para algunos servicios especializados, el sistema garantiza igualdad de acceso independientemente de los ingresos. Canadá invierte aproximadamente el 10.9% de su PIB en salud y destaca por sus buenos resultados en salud pública. Su enfoque en la atención primaria y la prevención ha demostrado ser costo-efectivo a largo plazo, reduciendo la necesidad de intervenciones más costosas y mejorando la calidad de vida de la población.

De manera similar, el Servicio Nacional de Salud (NHS) del Reino Unido es uno de los sistemas de salud más admirados globalmente.

Financiado por impuestos y con una inversión del 9-10% del PIB, el NHS proporciona atención universal y gratuita en el punto de uso a todos los residentes.

A pesar de enfrentar desafíos presupuestarios, el NHS mantiene altos estándares de calidad y es consistentemente clasificado entre los mejores sistemas de salud del mundo.

Su enfoque en la equidad y la accesibilidad ha permitido reducir significativamente las disparidades en salud, un logro particularmente relevante para México dadas sus profundas desigualdades socioeconómicas.

Costa Rica: un modelo exitoso en América Latina

Costa Rica representa un caso de éxito particularmente relevante para México, al demostrar que es posible construir un sistema de salud universal y eficiente en el contexto latinoamericano.

Con una inversión aproximada del 7% de su PIB en salud, Costa Rica ha logrado una cobertura casi total de su población y excelentes indicadores sanitarios.

La esperanza de vida en Costa Rica ha aumentado constantemente, pasando de 55 años en 1950 a 81 años en la actualidad, superando incluso a Estados Unidos.

Este éxito se atribuye principalmente a su sistema de atención primaria, que combina cuidados preventivos y curativos, y a un compromiso sostenido con la salud como prioridad nacional.

El sistema costarricense, creado en 1941, funciona como un servicio nacional de salud de pagador único y es ampliamente reconocido como una historia de éxito.

La cobertura de seguro aumentó del 47% al 89% entre su creación y 2003, demostrando que con voluntad política y una visión clara, es posible transformar radicalmente un sistema de salud en relativamente poco tiempo.

Lecciones para México: un camino hacia la transformación

La comparación internacional revela que la construcción de un sistema de salud eficiente, equitativo y sostenible no es una utopía, sino un objetivo alcanzable con las políticas adecuadas.

Para avanzar hacia este objetivo, México necesita implementar cambios profundos en varios frentes:

Inversión sostenida y unificación del sistema

La evidencia es clara: México necesita aumentar significativamente su inversión pública en salud. El actual 5.7% del PIB es insuficiente para garantizar servicios de calidad. Como mínimo, el país debería aspirar a alcanzar el nivel promedio de América Latina, aproximadamente el 6-7% del PIB, con una meta a mediano plazo de acercarse al promedio de la OCDE.

Este incremento presupuestario no debe verse como un gasto, sino como una inversión estratégica con retornos significativos en términos de productividad, bienestar social y desarrollo económico.

Estudios del Banco Mundial han demostrado consistentemente que la inversión en salud tiene un impacto positivo en el crecimiento económico y la reducción de la pobreza.

La fragmentación actual del sistema de salud mexicano genera ineficiencias, duplicidades y desigualdades inaceptables.

La experiencia de países como Costa Rica y el Reino Unido demuestra que un sistema unificado puede proporcionar atención más equitativa y eficiente.

México debería avanzar hacia la consolidación de un sistema universal que garantice el mismo nivel de atención a todos los ciudadanos, independientemente de su situación laboral o ubicación geográfica.

Esta unificación no implica necesariamente la eliminación de todas las instituciones existentes, pero sí requiere una coordinación efectiva y estándares homogéneos de calidad y acceso.

Reforma del sistema de compras y profesionalización

El desabasto de medicamentos es uno de los problemas más urgentes y visibles del sistema de salud mexicano.

La experiencia reciente ha demostrado que los cambios abruptos sin una planificación adecuada pueden generar más problemas que soluciones. México necesita desarrollar un sistema de compras transparente, eficiente y basado en evidencia, que combine la centralización estratégica con la flexibilidad operativa necesaria para responder a las necesidades locales.

Países como Dinamarca y Canadá ofrecen modelos interesantes de gestión de compras públicas que podrían adaptarse al contexto mexicano.

La gestión eficiente de un sistema de salud requiere profesionales capacitados y estructuras administrativas sólidas.

México debe invertir en la formación de administradores sanitarios y establecer mecanismos de carrera profesional que atraigan y retengan talento en el sector público.

La experiencia de Alemania, con su sistema de gestión descentralizada pero coordinada, ofrece lecciones valiosas sobre cómo combinar la autonomía local con la coherencia nacional en la administración sanitaria.

Fortalecimiento de la atención primaria y transparencia

Los sistemas de salud más exitosos del mundo, como el de Costa Rica, han demostrado que una atención primaria robusta es la columna vertebral de un sistema eficiente.

México debe priorizar la inversión en el primer nivel de atención, fortaleciendo la capacidad resolutiva de los centros de salud comunitarios y mejorando la coordinación con niveles más especializados.

Este enfoque no solo mejora los resultados de salud, sino que también reduce la presión sobre hospitales y servicios de emergencia, permitiendo una asignación más eficiente de los recursos.

La confianza ciudadana es fundamental para el funcionamiento adecuado de cualquier sistema de salud.

México debe establecer mecanismos robustos de transparencia y rendición de cuentas que permitan a los ciudadanos monitorear el desempeño del sistema y participar en su mejora continua.

Experiencias como la de Dinamarca, con sus sistemas de información pública sobre tiempos de espera y resultados clínicos, demuestran que la transparencia no solo mejora la confianza, sino que también incentiva la mejora de la calidad.

La dicotomía entre lo público y lo privado ha dominado el debate sobre salud en México, a menudo en detrimento de soluciones pragmáticas.

La experiencia internacional muestra que los sistemas más exitosos suelen integrar elementos de ambos sectores, con una regulación efectiva que asegure la alineación con los objetivos de salud pública.

Alemania ofrece un ejemplo interesante de cómo la competencia regulada entre aseguradoras sin fines de lucro puede mejorar la eficiencia sin comprometer la equidad.

México podría explorar modelos similares, adaptados a su contexto específico, que aprovechen las fortalezas de ambos sectores.

El futuro de la salud en México: una transformación impostergable

El sistema de salud mexicano se encuentra en una encrucijada histórica. La crisis actual, con su doloroso impacto humano, también representa una oportunidad para repensar fundamentalmente cómo garantizamos el derecho a la salud en nuestro país.

La experiencia de países como Dinamarca, Alemania, Canadá, Reino Unido y Costa Rica demuestra que es posible construir sistemas de salud que combinen universalidad, calidad y sostenibilidad. No se trata de importar modelos extranjeros sin adaptación, sino de aprender de estas experiencias para desarrollar soluciones que respondan a la realidad mexicana.

La transformación del sistema de salud no es solo una cuestión técnica o presupuestaria, sino fundamentalmente política. Requiere un compromiso sostenido que trascienda ciclos electorales y visiones partidistas, reconociendo la salud como un derecho fundamental y una prioridad nacional.

Necesitamos acción decidida, basada en evidencia y orientada a resultados, para construir el sistema de salud que México merece: universal, equitativo, eficiente y centrado en las personas.

El camino no será fácil ni rápido, pero la alternativa —mantener un sistema fragmentado, subfinanciado e inequitativo— tiene un costo humano y social inaceptable.

El momento de actuar es ahora, con la convicción de que la salud no es un privilegio, sino un derecho que debe ser garantizado para todos los mexicanos, independientemente de su condición socioeconómica o ubicación geográfica.

La transformación del sistema de salud mexicano es posible y necesaria. Requiere visión, compromiso y recursos, pero sobre todo, requiere la voluntad política de priorizar la salud como pilar fundamental del desarrollo nacional y del bienestar de todos los ciudadanos.

El futuro de la salud en México está en nuestras manos, y las decisiones que tomemos hoy determinarán la calidad de vida de generaciones enteras.

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