Está por llegar el próximo 15 de noviembre, fecha límite, por cierto, el que se conoce popularmente como Paquete Económico que no es otra cosa que los criterios generales de política económico con sus respectivos tomos para ingresos y gasto público para 2025.
Dicho paquete ahora paquetazo es elaborado por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público para su revisión y aprobación ante el H Congreso de la Unión.
Creo, sin lugar a duda, que existe el suficiente consenso y conocimiento para reconocer un entorno económico y político nada fácil para el reciente gobierno de la 4T que recibe finanzas públicas endeudadas y con márgenes fiscales muy débiles.
Los estrechos márgenes fiscales junto con los momentos de incertidumbre interna y externa plantean de entrada un bajo crecimiento económico quizá para el primer tercio del presente sexenio, si bien nos va.
Ya lo anunciaron los mismos precriterios de Hacienda presentados en marzo cuyas estimaciones fueron ajustadas en al menos un punto y medio porcentual para 2024, aun para 2025.
En este sentido, con un raquítico crecimiento y creciente endeudamiento cercano a seis puntos del PIB las presiones fiscales están a la orden del día y no vistas en decenios anteriores.
Ciertamente venimos de seis años malos en materia del PIB y una caída del ingreso disponible de las familias que no ha podido ser resarcido ni con los programas sociales clientelares ni con los aumentos del salario mínimo.
Sin embargo, si se quiere seguir con el incremento del gasto social sin priorizar en el gasto de inversión y paradójicamente proponer la consolidación fiscal pues hay que ver con lupa como distribuir de mejor manera la famosa cobija del gasto federal.
No olvidemos que recurrir al eufemismo de consolidación fiscal no es otra cosa que mas austeridad en el gasto, reducir la deuda y en consecuencia el déficit fiscal, tarea tortuosa para cualquier gobierno sea verde, rojo, azul o amarillo.
Los escenarios actuales, en lo interno y externo junto con las broncas heredadas de entrada marcaron ya al sexenio que apenas inicia y sus expectativas para el 2030.
Lo digo ya que hacer frente al enorme déficit implica dedicarle el 16% del presupuesto y otro tanto similar para las pensiones sin olvidar participaciones a estados y municipios.
Pero bueno, los ajusten ya están aquí con menos luces y más sombras. Pero a ver, querer desaparecer los organismos autónomos o reducir la nomina y contratos con proveedores no alcanza y lo que provoca no solo afecta al mercado laboral, sino que genera más ruido que nueces.
Ya con Trump nuestros escenarios en grado sumo han cambiado y el nearshoring está puesto en duda más aún con esta reforma judicial con su caos y desorden reducen la confianza para invertir a su mínima expresión.
Ahora bien, plantear una reforma fiscal recaudatoria sería algo así como entrar en la ceguera y ver doble ya que las expectativas de crecimiento económico del PIB los primeros tres años no anuncian nada bueno.
Por lo pronto, buscarán dinero de los contribuyentes hasta debajo de las piedras con mayor fiscalización y hostigando o castigando al contribuyente cautivo con la evasión fiscal.
Ojalá, más pronto que después, también se fijen en reducir el improductivo gasto público con la creación de nuevas secretarias y opacidad que ya sabemos.
La amenaza de nuevos aranceles cual espada de Damocles al cuello de la 4T no solo atañe a lo comercial, sino que está vinculada a los temas ampliamente conocidos como migración, narcotráfico, estado de derecho e inseguridad por mencionar algunos.
Obviamente, no hay que soslayar temas pendientes en materia energética, agricultura léase maíz transgénico, minería a cielo abierto e industria automotriz.
Todo en conjunto van a implicar arduas negociaciones junto con lo que se vaya acumulando a lo largo del sexenio.
HE DIXI.