El obispo Rolando Álvarez y el dictador Daniel Ortega

Foto eldiario.es

El 9 de febrero un avión llevó a 222 presos políticos de Managua a Washington después de que, por mediación del gobierno de Estados Unidos, la dictadura encabezada por Daniel Ortega y Rosario Murillo, accedió a darles la libertad.

Rolando José Álvarez Lagos (Managua, 1966), el obispo de Matagalpa, se negó a abordar el avión. De inmediato el régimen reaccionó imponiéndole 26 años de cárcel. Ortega fuera de sí lo calificó de “soberbio”, “desquiciado” y “energúmeno”.

La sentencia, que siguió a un juicio sin las garantías del debido proceso considera probados los cargos de “traición a la patria”, “menoscabo de la integridad nacional” y “propagación de noticias falsas”. Se le retira la nacionalidad.

Ese mismo día las autoridades nicaragüenses cambiaron el arresto domiciliario de monseñor Álvarez, que cumplía condena desde el pasado agosto en la casa de unos familiares en Managua, a la temible prisión de La Modelo, también en la capital.

En ocasiones diversas la pareja imperial, como les decía el sacerdote y poeta Ernesto Cardenal, han mostrado un particular odio al obispo. Su gran pecado no doblegarse ante ellos.

El obispo cuando se negó a subir al avión camino al destierro, y después se sabría a la pérdida de la nacionalidad, dijo refiriéndose a los otros presos:  “Que sean libres, yo pago la condena de ellos”.

La admirable decisión del obispo, por un lado, y la injusta e irracional sentencia, que no tiene ningún fundamento jurídico, se han convertido en el nuevo símbolo de la oposición a la dictadura, que imita la de la dinastía de los Somoza.

En mayo de 2022, el obispo denunció en un video la persecución que sufría de parte del régimen sandinista y anunció un ayuno indefinido “a agua y suero” hasta que cesara el acoso.

El 4 de agosto de 2022 se le impidió salir de su casa a oficiar misa en la Catedral de San Pedro. Desde entonces permanecía en la sede del obispado en Matagalpa sin posibilidad de salir y sin que hubiera una orden de detención ni una acusación alguna.

En la madrugada del 19 de agosto la Policía sandinista ingresó a la Curia Episcopal de Matagalpa y detuvo al obispo, junto a ocho sacerdotes que le acompañaban. La policía anunció que se le “mantiene en resguardo domiciliar en esta ciudad capital”.

El 23 de agosto, los sacerdotes de la diócesis de Estelí enviaron una carta al presidente Ortega, en la que pidieron “la liberación inmediata del obispo Rolando Álvarez, de los sacerdotes y laicos detenidos”.

En una reacción tímida, el papa el 12 de febrero, después del Ángelus en Roma, expresó su preocupación y dijo que reza por el obispo Álvarez y todos los presos políticos y “por todos aquellos que sufren en esa querida nación”.

También señaló que estaba “preocupado y dolido” por monseñor Rolando Álvarez, lamentando su condena a cárcel, y animó a los responsables políticos a la “búsqueda sincera” de la paz en ese país.

La histórica guerrillera sandinista, Dora María Téllez, que en 1978 participó en un operativo para liberar a Daniel Ortega preso en ese entonces del dictador Anastasio Somoza, dijo sobre el obispo que a Ortega “le va a pasar lo que siempre le pasa: Cree que te vas a arrodillar. Y monseñor Álvarez no se va a arrodillar. Lo metan donde lo metan”.

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