El gobierno endeudado

Foto: Expansión

Se advertía desde mucho antes de acabar el sexenio de Claudia Pavlovich Arellano.

Hoy, a raíz de la llegada de Alfonso Durazo queda aún más clara la dimensión de los problemas financieros que enfrenta el Gobierno del Estado, con una deuda superior a los 28 mil millones de pesos, la más cuantiosa sólo por debajo del estado de Chihuahua.

Desde el Congreso del Estado y sectores de la oposición hubo en su momento quien criticaba el alto nivel de endeudamiento del gobierno anterior, que además no se veía reflejado en obras importantes o sobresalientes, salvo la del Hospital General de Especialidades.

Desde palacio se defendían, hablaban de un endeudamiento manejable y de muchas pequeñas obras no suntuosas.

Pero los datos ahí están, son públicos y salen del Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados, que señalan que Durazo ha recibido de Claudia Pavlovich un gobierno con una deuda de 28,100 millones de pesos.

En fin, que llega el nuevo gobernador y nos avisa que las primeras semanas de su gestión las ha dedicado a encontrarle la cuadratura al círculo, porque se baja el cero y no toca.

¿Qué va a suceder?

¿Los recortes anunciados por el mandatario serán suficientes para equilibrar las finanzas estatales?

Parece que no.

Hará falta una estrategia que les permita poner en marcha varias medidas de forma simultánea para ponerse al corriente, porque hay cola de proveedores que prestaron un servicio, vendieron un producto y reclaman su pago.

Y eso es sólo el principio, porque hay una serie de obras y programas comprometidos por el propio Durazo cuando candidato, que requieren de recursos púbicos, en algunos casos combinados con privados.

Y más aún, exigen finanzas sanas.

Dos cosas van a ocupar al gobierno: saber exactamente qué pasó, cómo y porqué que se llegó a ese nivel de endeudamiento; y buscar la forma de resolverlo en el largo plazo.

Durazo ha sido enfático en su narrativa de resolver los problemas de fondo, no sólo patear el bote y a ver cómo le hacen los que vengan después.

Y no está mal, de hecho eso es justamente lo que se debe hacer: resolver problemas, no sólo administrarlos.

Los usos y costumbres de la política mexicana indican que quien se va también se retira de la escena pública, deja los reflectores al sucesor (a) y toma distancia de los asuntos de interés público.

Lo mismo suelen hacer quienes integraron su gabinete y más si hubo hasta cambio de partido en el gobierno, como es el caso de Sonora.

Pero bueno, alguien tendrá que dar una explicación.

No conozco si al momento y con lo que se lleva revisado se configura alguna irregularidad que vaya a terminar en delito o inhabilitación de ex funcionarios estatales.

Lo cierto es que la deuda ahí está, mucha de ella se contrató en el sexenio anterior y hoy le toca a Durazo enfrentar las dificultades de la falta de liquidez que eso representa.

Con todo y las cortesías políticas que se tuvieron en el momento de la transición, era un hecho porque el mismo gobernador electo lo dijo en varias de sus intervenciones públicas, su claro y fundado temor del desastre financiero que recibiría y que ahora enfrenta.

No debe pasar mucho tiempo para que se anuncien medidas para sanear las finanzas estatales y, de ser el caso, el inicio de procedimientos legales contra quien haya hecho uso indebido de los recursos públicos.

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