Una de las más sólidas instituciones del Estado mexicano es el Ejército, sin duda así es.
Paradójicamente es, por muchas razones, una de las más incomprendidas por la sociedad civil, que en términos generales ignora la filosofía, el grado de compromiso de un militar, su amor a la patria y las muchas formas en que mujeres y hombres en sus filas dedican su vida entera, a costa de sus propias familias a proteger el territorio nacional.
Particularmente ahora, desde que inició eso que conocemos como la 4T, hemos visto una narrativa llena de ambigüedades y a veces hasta de contradicciones de algunos actores de la política nacional en el trato que se le da al Ejército.
Vemos también cómo algunos presuntos miembros de la sociedad civil son capaces de insultar y atacar con toda impunidad a los soldados, sin que atinen siquiera a repeler la agresión.
Está claro que la orden es esa: “poner el lomo”.
Y mientras no haya otra instrucción los soldados lo seguirán haciendo, aunque no sabemos todavía cuál es el costo de humillar públicamente a una institución tan poderosa y con tanta información a su alcance.
El comprensible hartazgo ciudadano ha rebasado limites en sus manifestaciones y eso que hemos visto que se hace en contra de los elementos del Ejército mexicano es uno de ellos.
No sé a quién le pareció buena idea socavar la credibilidad y el respeto que han mantenido durante décadas.
Claro, no se trata de ignorar los negros capítulos de la historia reciente en que se ha involucrado a los militares, tampoco es mi propósito en este texto poner tal cosa por encima de los muchos méritos que tienen.
Dos casos recientes registrados en Sonora van de botón de muestra.
Hace algunas semanas en Navojoa, un sujeto a bordo de una motocicleta, presunto tirador de droga merodeaba en una escuela primaria.
Al ver venir el vehículo del Ejército se da a la fuga y en esa acción atropella a un niño alumno de esa escuela que iba a clases.
Los militares cancelaron la persecución y le prestaron toda la ayuda posible al estudiante y a su familia.
Pero antes siquiera de verificar ese dato, muchos se sumaron a una condena pública acusando a los militares de haber atropellado al niño.
Se pudo esclarecer el caso, pero queda el antecedente de que, como en muchas otras ocasiones, se juzgó y condenó a los soldados sin siquiera el más mínimo rigor para verificar los datos.
Poco después, en Carbó se registra un trágico capítulo que termina con la muerte una pareja de jóvenes.
Está confirmado que el retén fue montado por el Ejército, no por personas vestidas de militares como dijimos en un principio, al no tener una conformación de parte de las autoridades de la Sedena en el estado.
Lo que no queda claro es el hecho, que ya es investigado y ha sido atraído por la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
La primera versión es que el joven conducía a exceso de velocidad y al no detenerse en el retén los militares dispararon.
Le tengo otra, de fuente muy cercana al tema:
En realidad la pareja de novios no venía a exceso de velocidad ni acercándose de forma temeraria al retén.
Ellos ya estaban esperando en turno para ser abordados por los militares en ese punto de revisión, es decir, estaban prácticamente detenidos en una hilera de vehículos.
El vehículo tenía polarizado hasta el parabrisas, por lo que resultaba prácticamente imposible ver quiénes estaban dentro.
Al acercarse dos efectivos al vehículo, el joven emprende la marcha saliéndose de la fila de carros y en dirección a los militares que al verse amenazados abrieron fuego.
Este hecho está siendo investigado.
Altos mandos de la Cuarta Zona Militar permanecen en contacto con las autoridades federales y proporcionan toda la información disponible incluso a la CNDH para que se deslinden responsabilidades.
Fuente El Imparcial