El agua o la vida, otra guerra ha comenzado en México, es un libro reciente de Jesús Lemus, escritor y periodista quien lleva a cabo una detallada, sobre todo, documentada investigación de gabinete y campo a lo largo y ancho del país.
En dicho recorrido documenta -al menos- 906 puntos geográficos de conflicto sobre los derechos y la propiedad del agua y, en ciertos casos de la tierra, que vale la pena tener como marco de referencia para revisar el presente y futuro del vital líquido.
Dicha problemática, lo reitero, tiene que ver primordialmente con su uso que, a nivel mundial, se destina 20% al sector industrial,14% al agrícola y 60% al consumo doméstico. Sin embargo, como dice la canción No somos iguales en este México nuestro, veamos por qué.
En el país, 34% del destino final del agua es para uso industrial, 32% agrícola y solamente 34% es doméstico; esto, de acuerdo a los datos que arroja el presente análisis del caso.
Ahora bien, de acuerdo al organismo nacional encargado del Registro Público de los Derechos de Agua –REPDA- los mayores propietarios del agua son las empresas privadas no los gobiernos estatales ni municipales.
Negocios, por cierto, distribuidos en todas las regiones del país en su mayoría dedicados a la minería, agroindustria, armadoras o bebidas embotelladas sean refresqueras o cerveceras.
Como botón de muestra destaca en el ramo minero el Grupo México en Sonora cuyo volumen de extracción del agua es bastante grande para una entidad desértica como la nuestra.
Dicho grupo posee 142 títulos que amparan el uso directo de casi 91 millones de metros cúbicos al año, algo así como el 80% del consumo de la capital del estado anualmente.
Así como la minería es una gran consumidora existe un padrón confiable de más de 61 mil empresas extranjeras reconocidas en la Secretaría de Economía de las cuales más de 84% son también devoradoras de agua por lo que difícilmente operarían en sus países.
Por lo tanto, sostiene el autor, estamos usando 12 veces más agua en la industria mexicana que en la de EEUU y Canadá en promedio; esto demuestra el enorme desperdicio que además para variar viene acompañado de corrupción, deforestación, estrés hídrico y cambio climático.
Este desmedido uso y para acabarla de amolar, mala distribución del agua, no es de ayer, ya lleva varios lustros, pero cada vez, es más necesario comenzar a revertirlo y verlo con otra óptica digamos más racional cuando hagamos promoción para atraer inversión extranjera.
A causa de todo esto son múltiples los casos documentados haciendo bien Lemus en lanzar una voz de alerta no solo por los despojos de muchas comunidades sino por parte del manejo poco transparente de la Conagua.
Organismo nacional que, por cierto, no ata ni desata en lo tocante a su responsabilidad de administrar, controlar, regular y proteger las aguas nacionales.
Por consiguiente, dicho organismo nos queda a deber no solo porque es grave el acceso, mal uso y desperdicio que para fortuna nuestra no es tanto por el crecimiento poblacional.
Es más bien por el marco jurídico vigente, que protege más a la industria que a las comunidades aunada la corrupción a la que se prestan los permisos o la falta de estudios serios sobre la sostenibilidad de los mantos freáticos.
Recomiendo, para finalizar, pergeñar y contrastar cifras por sectores económicos o grupos de empresas que aparecen al final de la investigación.
Esto nos da una idea de la magnitud de los consumos de varios negocios sobre todo aquellos mal estacionados en ciudades con poca agua y gran estrés hídrico que ya conocemos.
Como resultado de los malos manejos destaca la parte correspondiente a los permisos otorgados sin ton ni son que han crecido del año 2000 a la fecha de manera desmedida.
Menciono, por ejemplo, las plantas hidroeléctricas, termoeléctricas y de hidrocarburos del mismo gobierno federal que consumen enormes volúmenes de agua.
En suma, sobreexplotación, deforestación, degradación de suelos, deficiente calidad del aire son problemas de hoy que la Organización Mundial de la Salud-OMS- ha documentado para México, que impactan la salud en general.
Resumiendo, una investigación periodística que pone el dedo en la llaga y que no debemos dejar pasar ya que como bien señala Lemus: el desastre aún puede pararse.