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El agua no conoce fronteras

por Víctor Hugo Celaya

Por Victor Hugo Celaya Celaya

A lo largo de mi carrera, he participado directamente en diversos momentos clave del complejo problema binacional sobre el agua entre México y Estados Unidos. Hoy deseo compartir contigo una reflexión más profunda sobre este tema, explorando juntos su contexto histórico, su evolución durante ocho décadas y cómo las cambiantes realidades económicas, sociales y climáticas han moldeado esta relación tan esencial para nuestras comunidades fronterizas.

Este desafío hídrico siempre ha formado parte de la relación bilateral México-EE.UU., pero en los últimos años se ha vuelto crítico debido al impacto del cambio climático. Las prolongadas sequías han reducido la recarga de mantos acuíferos y la captación en ríos y presas fronterizas, afectando directamente el desarrollo económico y social de nuestras comunidades.

Recientemente, congresistas estadounidenses liderados por el senador Ted Cruz han solicitado al entonces presidente Trump que integrara las cuotas y compromisos del Tratado de Aguas de 1944 en las negociaciones comerciales y arancelarias. Su objetivo es presionar a México para que cumpla estrictamente con los acuerdos establecidos o, incluso, reducir considerablemente la dotación de agua que EE.UU. provee a México, debido a incumplimientos previos.

Por otro lado, los agricultores del norte de México (Baja California, Sonora, Chihuahua, Tamaulipas y Nuevo León) exigen no solo mantener las cuotas actuales, sino también renegociar para lograr un suministro más equitativo. La demanda refleja una necesidad crítica: garantizar el agua suficiente para asegurar la supervivencia humana y sostener la productividad agrícola e industrial.

Contexto Histórico del Tratado de 1944

Antes del tratado actual, los acuerdos eran limitados:

  • Tratado de Guadalupe Hidalgo (1848): fijó fronteras sin considerar el recurso hídrico.
  • Convención de 1906: asignó a México 74 millones de m³ anuales del Río Bravo, limitados frente al crecimiento regional.

Estos acuerdos insuficientes llevaron a conflictos crecientes, motivando la creación del Tratado de Límites y Aguas de 1944, crucial para regular la distribución del Río Bravo y Río Colorado a través de la Comisión Internacional de Límites y Aguas (CILA).

Claves del Tratado y Modificaciones Importantes

El tratado inicial estableció claras asignaciones:

  • Río Bravo: México recibe 1,850 millones de m³ en ciclos de 5 años.
  • Río Colorado: asignación anual igual, con aumentos en años abundantes.
  • Río Tijuana: regulación local.

A lo largo del tiempo, el tratado se adaptó mediante “Actas” que reflejaron cambios y desafíos:

  • Acta 206 (1972): permitió el revestimiento del Canal All-American por EE.UU., afectando recursos hídricos de México.
  • Acta 242 (1973): limitó la salinidad del agua entregada por EE.UU., vital para la agricultura de Baja California.
  • Acta 307 (2001): abordó la deuda hídrica mexicana durante sequías.
  • Acta 319 (2012) y Acta 323 (2017): enfocadas en cooperación, almacenamiento conjunto, y conservación ecológica frente al cambio climático hasta 2026.

El Canal All-American y las tensiones fronterizas

Durante las décadas de los 80 y los 2000, la construcción y posterior revestimiento del Canal All-American generaron importantes tensiones diplomáticas y sociales. Esta obra de infraestructura, diseñada originalmente para transportar agua desde el río Colorado hacia el Valle Imperial en California, redujo significativamente las filtraciones hacia los acuíferos de Baja California y Sonora, afectando directamente el suministro hídrico del Valle de Mexicali y San Luis Río Colorado. Las filtraciones eran vitales para mantener tanto la productividad agrícola como el abastecimiento urbano en ciudades fronterizas clave.

Recuerdo con claridad estos momentos, ya que tuve el privilegio y la responsabilidad de participar activamente en las negociaciones diplomáticas durante mi gestión como presidente de la Comisión de Asuntos Fronterizos de la Cámara de Diputados.

Trabajamos en estrecha colaboración con el Colegio de la Frontera Norte (COLEF), argumentando ante la Comisión Internacional de Límites y Aguas (CILA) la necesidad urgente de proteger los intereses de nuestros agricultores y comunidades fronterizas.

Gracias a estos esfuerzos, logramos inicialmente retrasar la ejecución del proyecto, destacando los impactos económicos y medioambientales negativos que traería consigo. Sin embargo, años después el revestimiento del canal se completó, generando nuevas tensiones y demostrando la necesidad urgente de soluciones binacionales sostenibles y equitativas.

Impactos actuales y retos futuros

Actualmente, estados estratégicos como Chihuahua, Sonora, Tamaulipas y Baja California dependen profundamente del Tratado de Aguas para garantizar su seguridad alimentaria y estabilidad económica.

Los recursos hídricos compartidos son esenciales no solo para la agricultura, que produce cultivos clave como algodón, trigo y hortalizas, sino también para sostener el crecimiento industrial y el abastecimiento de agua potable en ciudades fronterizas importantes como Mexicali, Tijuana y Matamoros.

Desde 2020, la combinación del aumento en la demanda de agua y las severas sequías ha provocado serias dificultades para que México cumpla puntualmente con sus compromisos de entrega de agua al Río Bravo acordados con Estados Unidos.

Esta situación ha generado protestas intensas, especialmente en Chihuahua, donde los agricultores han visto seriamente amenazada la viabilidad de sus cosechas y su sustento económico.

Estas circunstancias nos exigen una profunda reflexión y una respuesta coordinada y efectiva que considere no solo los intereses binacionales inmediatos, sino también la sostenibilidad y equidad en el uso del recurso hídrico a largo plazo.

Mirando hacia el futuro

Este tratado, pensado originalmente para ser indefinido, enfrenta hoy un momento crítico en el que las nuevas realidades climáticas, sociales y económicas exigen acciones decididas e inmediatas.

El agua, recurso esencial y cada vez más escaso, no solo representa una necesidad vital sino también un potencial detonante de conflictos severos entre México y Estados Unidos si no actuamos con visión estratégica y solidaria.

Estamos en un punto decisivo donde debemos elegir entre colaborar o confrontar, entre compartir o competir por un recurso indispensable.

Es imperativo que ambos países renueven y fortalezcan su compromiso hacia un manejo responsable, sostenible y justo del agua.

Solo así podremos evitar una crisis humanitaria y económica sin precedentes, asegurando un futuro viable y pacífico para nuestras comunidades fronterizas y las generaciones venideras.

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