El pasado 22 de marzo, el secretario de Estado del gobierno de Estados Unidos, Antony Blinken, afirmó que los cárteles mexicanos controlan “partes” del territorio de México.
Blinken, ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, reconoció los altos niveles de inseguridad en México y que es “el propio pueblo mexicano la víctima número uno de esa inseguridad”.
En marzo de 2021, el jefe del Comando Norte del Pentágono, Glen Van Herck, afirmó que hasta 35 % del territorio mexicano eran “áreas con frecuencia ingobernables”.
En esa comparecencia el senador republicano Lindsey Graham peguntó a Blinken si la estrategia antinarco de Estados Unidos y México estaba funcionando.
El secretario aseguró que la colaboración entre ambos países “era muy estrecha” y que en el último año “se han arrestado a docenas de líderes de organizaciones criminales trasnacionales de primer y segundo nivel”.
Pero que era necesario “hacer más” y “ser más efectivo” que implicaba, entre otras cosas, tener una mejor tecnología en la frontera, para detectar e interceptar al fentanilo, que el 93% entra a Estados Unidos por las fronteras oficiales.
No ofreció datos, para desacreditar lo dicho por las autoridades de Estados Unidos y solo pronunció insultos y descalificaciones. Lo suyo no es la discusión racional con base en argumentos.
Se pude estar en desacuerdo con que nuestro vecino del Norte emita juicios sobre la realidad mexicana, a pesar de que López Obrador todos los días lo hace sobre la de Estados Unidos. Ahí nadie le hace caso.
Es un hecho que desde hace años investigadores mexicanos y extranjeros, que trabajan sobre el crimen organizado en nuestro país, afirman, con conocimiento de causa, que el narcotráfico controla zonas del territorio y múltiples negocios.
A lo largo de los últimos años, las agencias de inteligencia de Estados Unidos han dado seguimiento, con información sólida y de primera mano, del avance territorial del crimen organizado en México.
La evidencia señala que lo ha hecho más que en ningún otro de los últimos sexenios, los que López Obrador califica de neoliberales. Eso es lo que constatan las autoridades de Estados Unidos.
En lo que queda del sexenio no va a cambiar la estrategia de seguridad y tampoco, por lo mismo, se va a frenar el avance del crimen organizado en el control de zonas del país.
Al próximo gobierno de la República tendrá, si quiere frenar el avance del narcotráfico, replantear la estrategia de seguridad y caminar por otros senderos.