En los últimos meses he tenido la oportunidad y el privilegio de platicar con altos mandos del Ejército en activo y en retiro. Ellos manifiestan su preocupación sobre la marcha del país; ven graves regresiones democráticas y no están de acuerdo en cómo se conduce y desempeña la Secretaría de la Defensa (Sedena). En estas conversaciones surgieron cuatro grandes temas:
1. El Ejército distorsionado — Estos militares consideran que en la actual gestión de la Sedena el Ejército se ha “distorsionado” o “deformado”, como resultado de la decisión y acción conjunta del Comandante en Jefe y el secretario de la Defensa. Ya no es lo que era, tanto en su concepción como en su accionar.
El Ejército, comentan, ya no es una institución del Estado con una misión y responsabilidad única, sino que se ha convertido en una dependencia administrativa, como otras dentro del gobierno. Por lo mismo, el Ejército ha perdido el centro de su misión histórica y la razón para lo que fue creado, que es la garantía de la seguridad nacional, la defensa de la Constitución y la democracia. Su identidad histórica se ha “distorsionado”.
A partir de esa “distorsión”, el Ejército asume una serie de responsabilidades y actividades, que lo convierten en una institución “mil usos”, al servicio discrecional del Comandante en Jefe. Su misión se ha desdibujado y ahora hace de todo y tiene asignadas más de 250 tareas. Ha perdido identidad y rumbo.
Ahora, dicen, la Sedena es una oficina de la presidencia de la República, bajo el mando directo, no del secretario de la Defensa, sino del Comandante en Jefe, quien la utiliza como más le conviene en el marco de sus planes y proyectos personales. En los hechos su nueva concepción e identidad es la de una supersecretaría a disposición del presidente. El secretario de la Sedena es solo un operador de su superior jerárquico: el general de cinco estrellas.
2. El Ejército en la elección de 2024 — En estos tiempos con frecuencia se pregunta a los altos mandos en activo y retiro: ¿qué hará el Ejército si el presidente desconoce y rechaza los resultados electorales en 2024? Ellos son conscientes que es muy posible que el presidente, en caso de que su candidata sea derrotada, no reconozca el resultado. Hay una historia que así lo señala.
Los altos mandos con los que platiqué me leyeron el artículo 177 del Reglamento del Ceremonial Militar que dice: “Los Generales, Jefes y Oficiales, al ser designados a ocupar un cargo, rendirán la protesta de desempeñarlo leal y patrióticamente, así como guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, antes de tomar el cargo en presencia de la autoridad nombrada para darles posesión y del personal que vaya a quedar bajo su mando (…)”.
Sostienen que en el Ejército hay una cultura institucional que asume como uno de sus más grandes valores el cumplimiento y defensa de la Constitución. Los militares han sido formados en la lógica de que el Ejército es el último baluarte en la defensa y sostén de la democracia. En su versión, incluso el actual secretario de la Defensa, que consideran está muy ligado al presidente (cosa que no ven bien), no se sumaría al intento de desconocer la elección.
El problema, según estos militares, no está en el Ejército sino en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF). El Ejército va a asumir la posición que adopte este órgano del Estado mexicano. Si la oposición triunfa de manera clara, pero el TEPJF —objeto de diverso tipo de presiones— decide ilegalmente otra cosa, el Ejército no tendrá una posición distinta a la de esa institución.
Por eso mismo, dicen, es importante que el conjunto de la sociedad civil y las fuerzas de la oposición estén atentos y vigilantes del accionar del TEPJF. Estos militares, que están al día y tienen un amplio conocimiento de lo que pasa en México y el mundo, saben de la postura institucional que tomaron los Ejércitos de Estados Unidos y Brasil, cuando Trump y Bolsonaro solicitaron su apoyo para desconocer el resultado de las elecciones en las que perdieron la reelección.
3. El Ejército en las tareas de los civiles — Los altos mandos con los que platiqué no están de acuerdo con que militares en activo asuman cargos en la administración pública para hacerse cargos de tareas que no le corresponde al Ejército y que deberían estar en manos de civiles. En su visión, el presidente ha “utilizado” a los militares para poder sacar sus proyectos “estrella”.
La gran cantidad de tareas que ahora realiza el Ejército —desde construir bancos, aeropuertos y vías férreas hasta administrar aeropuertos, aduanas y centros de migración— distorsiona las funciones propias del instituto armado, pues lo desvían de la misión que le señala la Constitución y la Ley Orgánica del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos.
Tampoco están de acuerdo en que el Ejército se meta en los negocios privados. Ellos, hombres informados, conocen muy bien la historia de los Ejércitos de Centroamérica y de Sudamérica que están metidos en negocios. La corrupción campea y México no es la excepción.
La corrupción es el mayor enemigo que puede tener el Ejército. Eso lo destruye. Los militares deben mantenerse alejados, al margen, de actividades que puedan prestarse a la corrupción. Los negocios propios abren el espacio para que esto se pueda dar. Hablan de datos que demuestra ya se está dando.
4. El presidente deprecia al Ejército — Los altos mandos con los que conversé coinciden en señalar que el presidente “desprecia” al Ejército. A lo largo de toda su vida política siempre tuvo una posición en contra del Ejército y sus integrantes, a quienes criticaba, descalificaba e incluso agredía. Están seguros esta sigue siendo su posición.
Ya en el poder supuestamente el presidente cambió, pero es solo para aprovecharse del Ejército y de su capacidad para hacer las obras que se había propuesto. Una vez que había ganado la presidencia vio que era la única institución del Estado que por su disciplina y capacidad podría sacar adelante lo que se proponía. El presidente, dicen, usa al Ejército y se aprovecha de él.
Estos militares en activo y en retiro piensan que, para revertir lo ahora “distorsionado” o “deformado” del Ejército, es necesaria la llegada de quien sea que vaya a ser la nueva presidenta de México. Ellos mencionan nombre de generales de división, para ocupar el cargo de secretario de Defensa, que piensan como ellos, y que ya en el cargo pronto podrían devolver al Ejército su identidad perdida.