Por Germán Lohr
El libro que reseño, Futuros México hacia 2050, de Editorial Debate, trata el tema de la educación para las próximas décadas utilizando la metáfora de los tiempos líquidos.
Esto es los tiempos inciertos y complejos, pero -sobre todo- sujetos a una reconversión total del modelo educativo actual que sin duda impacta y de lleno, la pedagogía tradicional de enseñar.
Dicha reconversión tiene que ver -entre otros aspectos- con los cambios profundos obligados por la globalización y la sociedad del conocimiento que modifican las formas de transmitir la información y la enseñanza.
Todo pues, gira alrededor del internet y las tecnologías digitales sean las modalidades a distancia y los audiovisuales o los mismos sistemas institucionales y de gobernanza que alteran las funciones, roles y formas de aprender de docentes, maestros, alumnos y padres de familia.
Aseguran los especialistas que estamos mutando a un nuevo paradigma que viene a cambiar la existencia humana al concluir una etapa en que la escuela era el espacio privilegiado o centro y razón de ser para la formación del alumnado.
Ahora, nuestras relaciones interpersonales y la manera como actuamos son cada vez menos presenciales y no se diga lejanas, distantes y virtuales centradas menos en la enseñanza y más en el aprendizaje.
Un aprendizaje por cierto más abierto y flexible enfocado en adquirir competencias para la vida y el mundo laboral. No olvidemos que el proyecto modernizador de los años setenta del siglo pasado buscó transformar a través de la educación para todos y de alta calidad la economía y la manera de organizarnos socialmente para competir.
Sin embargo, el cambio de época y de paradigma requiere toda una reingeniería de nuestro sistema educativo al exigir convertir el aprendizaje individual en colectivo y orientado al bien común y a una mejor gobernanza.
Los retos son muchos ya que poco más de una cuarta parte de la población está matriculada en educación básica y media superior y ya rebasa los 33 millones de niños y jóvenes cuyo promedio de escolaridad es de 10.6 casi 11 grados, equivalentes a dos años de preparatoria.
Serán cruciales los próximos 30 años para la educación cada vez más polivalente y tecnológica montada en lo digital y en lo híbrido que, por desgracia, va diluyendo la escuela como recinto y espacio para la formación de los sujetos del saber que somos todos.
Y es que con la pandemia de Covid-19 y ahora el Ómicron -o el que se vaya acumulando- conlleva a que nuestros problemas de acceso o bien de adaptación se agudicen no se diga la deserción escolar o la baja en la enseñanza y el aprendizaje que vivimos.
Recordemos que solo 70% de los jóvenes de 15 años y más está en la escuela formal, pero 3 millones (cuando menos) en ese rango de edad se encuentra fuera de ella.
Hemos tenido logros significativos que no debemos soslayar ya que hemos logrado universalizar la educación primaria y avanzamos en educación media superior a jalones y estirones al igual que se ha logrado desconcentrar y descentralizar el basto y complejo sistema educativo.
A pesar de estos evidentes avances todavía hay rezago en cobertura, calidad y equidad; aunque no debemos olvidar que es necesario, estratégico y prioritario insertarnos a la sociedad del conocimiento.
Las famosas TIC están creando no solo nuevas formas de organización y convivencia social sino del trabajo y del ocio o tiempo libre, no se diga la inteligencia artificial de la cuarta revolución industrial, lo que exige gente más profesional y preparada en los puestos públicos claves.
Ojalá más pronto que después los gobiernos federal y estatal asuman un papel más proactivo y de mayor apoyo presupuestal a este gran reto de México.
He dixi.