Alimentos y energéticos, ¿viento en popa?

Foto eleconomista.com.mx

Por Germán Lohr

Con base en cifras de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, OCDE, la inflación sigue al alza en el mundo, sobre todo en los rubros ligados al consumo de alimentos y energéticos. Donde más nos duele, pues.

Se sabe en exceso -ad nauseam- que la guerra de Rusia y Ucrania sigue siendo un factor que violenta esta andanada de aumentos y prueba de ello son sus efectos en los 38 países que integran esta organización económica.

Un integrante como Turquía, por ejemplo, trae una inflación general de 78.6%, pero, en gas y gasolina esta se dispara más del doble al situarse en 172.4%. Los países bajos y el resto de Europa traen inflación general de menos de dos dígitos, pero la energética anda por arriba de 50%

Nosotros, en cambio, rondamos 8.6% en la general y en la energética de 5.8%. Nada mal dirán algunos panegíricos de la 4T al reconocer y aplaudir el estímulo fiscal multimillonario de parte del gobierno federal al dejar de recaudar ISR, IVA y IEPS.

Estímulo controvertido cuya contracara, son las multimillonarias cifras que han dejado de percibir las arcas públicas y que mucho apoyarían la educación, salud y medio ambiente, pero que a fin de cuentas han permitido según los expertos reducir en al menos dos puntos la inflación acumulada a la fecha.

No cabe duda que con tal de mantener en menos de dos dígitos la inflación, el gobierno quizá se lleve el presente año fiscal otorgando dicho estimulo y apostando a que amaine la inflación sobre todo la de nuestros socios y vecinos del norte.

¿Por qué lo digo?, pues sencillamente porque a ellos les compramos más de la mitad de los energéticos que consumimos: sea gas, diésel o gasolina, no se diga granos básicos y aceites vegetales en que tampoco somos autosuficientes, mucho menos quitándole presupuesto al campo.

Por otra parte, tiene razón el exsecretario de Hacienda Carlos Urzúa al destacar en su reciente columna de El Universal los beneficios del libre comercio y del T-MEC en particular, uno de los pocos motores que nos mantiene modestamente creciendo.

Lo relevante de su columna -para mi- es reafirmar que, en este sexenio, en su quinto año, no se ha logrado alcanzar la producción de 2018 y con casi 6 millones de mexicanos más la caída del ingreso promedio, y más pobreza, conlleva un sexenio perdido, lamentablemente.

Sumemos al coctel el ambiente recesivo internacional que se viene y las broncas en temas energéticos y de soberanía que poco ayudan pero que nos acarrean mayores costos y menores inversiones.

Mientras tanto, una buena noticia han sido las remesas enviadas del exterior que, al mes de junio, rebasaron los 5 mil millones de dólares un crecimiento interanual de dos dígitos.

Llevamos acumulados al primer semestre de este año alrededor de 27 mil 565 millones de dólares y se espera un cierre espectacular de las mismas en cuanto a récord se refiere.

Pero bueno no debemos tampoco cantar victoria y olvidar que se aproxima un ambiente recesivo en el mundo producto entre otras cosas de o por los ajustes de política monetaria de la mayoría de los bancos centrales para enfriar la actividad económica y contrarrestar inflación.

De momento el ciclo de tasas de interés al alza es un mal necesario que va para largo y no hay gobierno que esté contento con este tipo de medidas que impactan a la baja la producción y el empleo, no se diga el costo del endeudamiento público y privado.

Vaya ambiente económico-electoral que nos espera donde éste -sin duda- será prioridad. Ya veremos que arsenal manejan los partidos políticos y sus potenciales candidatos.

Por lo pronto, lo reitero no hay mucho que presumir en cuanto a crecimiento económico se refiere ni tampoco en rubros como la salud, la educación y la seguridad pública, quizá sean los próximos temas de las campañas.

He dixi.

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