Hace seis meses, el Presidente de la República presentó su proyecto de reforma electoral que ahora se discute en el Congreso junto con otras iniciativas. La suya empero, propone diversas reformas que en general persiguen el propósito de aniquilar nuestra joven democracia y concentrar todo el poder en su persona.
De todas sus propuestas, hoy quiero destacar una que me parece especialmente perniciosa, porque su potencial aprobación llevaría a la captura permanente del Congreso de la Unión por parte del Ejecutivo. Me refiero a su propuesta de que todas y todos los legisladores sean plurinominales.
Pues bien, aunque en su conferencia mañanera comentó que propondría eliminar a los legisladores plurinominales, esta no fue sino una más de sus muy frecuentes mentiras, ya que en realidad -como lo advertimos en este mismo espacio desde entonces-, ese mismo día el presidente propuso todo lo contrario, planteó eliminar a las y los legisladores de mayoría relativa, y obviamente también los 300 distritos del país, para que todas y todos los diputados y senadores sean pluris.
Desde luego, no ignoramos que la vía de la representación proporcional a través de la cual se eligen los legisladores plurinominales o de lista, tiene sus ventajas. La más importante es que, en principio, permite integrar los parlamentos de una manera más equitativa y justa, ya que la composición final del cuerpo colegiado termina reflejando de manera correcta la proporción de votos que cada fuerza política obtuvo en las urnas. Es decir, si un partido obtiene el 40% de los votos en las urnas, el sistema hará que ese partido obtenga el 40% de los curules, y si otro obtiene el 20% de los votos, recibirá el 20% de los lugares, y así. De hecho, por esto es que se le llama “representación proporcional”. También se les llama plurinominales o de lista, porque para su elección, los partidos proponen listas con los nombres de sus candidaturas, de tal suerte que el partido que obtuvo el 40% de los votos, colocará en el Congreso al 40% de su lista (entrarán los primeros nombres de la lista, hasta cubrir ese 40%). Igual el resto de las opciones políticas. Se le llama “plurinominal”, porque es una lista con una “pluralidad de nombres”. Hay países, sobre todo los que cuentan con sistemas políticos parlamentarios, que solo tienen legisladores de este tipo.
Otros países, muy pocos, como Estados Unidos, solamente tienen legisladores de mayoría relativa, de los que hacen campaña y compiten de manera uninominal por nuestros votos. La ventaja de este sistema consiste en el vínculo directo que genera entre el electorado y sus representantes populares.
En México, sin embargo, hemos optado por un sistema mixto que, como tal, intenta aprovechar las ventajas de ambos sistemas. Por eso en el Congreso tenemos a unas personas electas por representación proporcional, y a otras electas por mayoría relativa. Y además están las senadurías de “primera minoría”.
El problema es que la propuesta presidencial conlleva una trampa. La trampa consiste en eliminar las cinco circunscripciones regionales del país a través de las cuales se eligen las diputaciones plurinominales, y la lista nacional con la que se eligen las senadurías plurinominales, para crear 32 listas estatales en las que se elegirían tanto diputaciones como senadurías. Esto es una trampa porque al tratarse de listas tan cortas, automáticamente se distorsiona la representación proporcional a favor de los partidos más grandes… Exacto, como Morena.
Me gusta ilustrarlo con el siguiente ejemplo: en cada Estado se elegirían 3 senadurías; imaginemos que el partido “A” obtiene el 50% de los votos, el partido “B” el 25%, el partido “C” el 15%, y el partido “D” el 10%. Con el modelo propuesto, el partido “A” obtendría 2 de las 3 senadurías, es decir el 67% de la representación (cuando solo obtuvo el 50% de los votos), y el partido “B” obtendría 1 senaduría, es decir el 33% de la representación (cuando solo obtuvo el 25% de los votos), mientras que los partidos “C” y “D” se quedarían sin nada, cuando representan a 1 de cada 4 personas electoras. De esta manera, un partido como Morena obtendría muchos espacios en el Congreso, que no ganó en las urnas; es lo que se conoce como “sobrerrepresentación”; mientras que otros partidos más modestos, como el PRD o MC, alcanzarían menos espacios en el Congreso, de los que ganaron en las urnas, es decir, estarían “subrepresentados”.
En resumen, sería un fraude electoral legalizado. Morena dominaría legal pero ilegítimamente el Congreso, por muchos años. Adiós al equilibrio de poderes.