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Pretorianismo mexicano

por Marcos Pérez Esquer

El influyente politólogo estadounidense Samuel Huntington propuso hace tiempo, un modelo para explicar cómo es que algunos regímenes políticos no democráticos transitan hacia la militarización.

En su modelo, el fenómeno se denomina “pretorianismo”, en alusión a los pretores romanos, esos militares de antiguo que comandaban guarniciones a los alrededores de Roma, y que solían caer en la tentación de rebelarse y acudir al centro del poder civil a tratar de hacerse con él a la fuerza.

Pues bien, Huntingon explica que en la actualidad el proceso de militarización, o de “pretorización”, sucede por etapas, según el grado de participación de los militares en la política. Así, primero aparece lo que denomina pretorianismo inicial, que es aquel en el que los militares apenas incursionan en política haciéndose de algunos puestos públicos, y prebendas diversas que obtienen de su relación con la élite política civil. Luego viene un pretorianismo radical, en el que los militares ya intervienen lo suficiente como para decir que en realidad co-gobiernan con los civiles; finalmente el fenómeno deviene en un pretorianismo masivo, que se caracteriza por el hecho de que el gobierno ya está totalmente en manos de militares a grado tal que podría incluso haber un presidente militar, sea porque se le eligió o vía golpe de estado. Conforme avanzan estas etapas, la violencia que ejercen contra la población, también va en ascenso.

Nótese que el pretorianismo masivo a que alude Huntington no equivale a lo que los clásicos denominaban “timocracia”, como el gobierno encabezado por militares con honor, como en Esparta. De hecho la palabra proviene de timé, que significa honor, y kratía, gobierno. Pero no, en el pretorianismo los militares incursionan en política no necesariamente con honor, sino más bien por ambición de poder.

Pues bien, traigo a colación la reflexión huntingtuniana porque creo que en México podríamos estar viendo el salto de un pretorianismo inicial que hemos vivido por décadas en las que los militares suelen tener prebendas y asumir algunas posiciones de gobierno (comandancias de seguridad pública y puestos legislativos para militares en retiro, principalmente), a un pretorianismo radical en el que ya gobiernan el país, conjuntamente con civiles… Por ahora.

Lo digo a partir de observaciones como las siguientes:

1.- El presidente les ha entregado enormes concesiones. No solamente tienen en sus manos el aparato de seguridad pública, cosa de la que ya se ha hablado profusamente, sino también otros amplios segmentos de la administración pública: construcción y administración de aeropuertos, puertos, aduanas, bancos, entrega de programas sociales, reparto de vacunas, puestos públicos, un tren turístico (el Tren Maya), y ahora hasta una aerolínea. Están pasando de meros beneficiarios de algunas prebendas, a exigentes peticionarios de proyectos y contratos opacos.

2.- Se atreven a obstaculizar la justicia. Durante años han ocultado aspectos relevantes de los hechos de Iguala en los que desaparecieron 43 normalistas. Al parecer, se trata de aspectos de los que ellos no solo tienen conocimiento, sino participación directa. Pero además, en lo que parece ser una afrenta directa, defienden jurídicamente a través de la Fiscalía General de Justicia Militar y de despachos privados contratados por la Secretaría de la Defensa Nacional, a los militares imputados por el propio gobierno.

3.- Amenazan al Presidente. La divulgación del informe de la Comisión de la Verdad, sobre los hechos de Ayotzinapa, molestaron al General Secretario quien se atrevió a amenazar al presidente de la República, en su cara, diciéndole que “si siguen manchando al Ejército, retiro a los militares de las calles y a ver qué hacen”.

4.- Hacen funciones de policía política. El hackeo de Guacamaya revela que espían mediante el software Pegasus, no solo a criminales, sino a periodistas y activistas.

5.- Inciden en decisiones de los gobiernos locales. Hay evidencia de que llegan a girar instrucciones a autoridades civiles, como sucedió en Quintana Roo donde un vicealmirante destituyó al Secretario de Seguridad Pública del Estado, a los cuatro días de su nombramiento, sin mayores explicaciones.

En fin, queda claro que en México está en marcha, a paso redoblado, un proceso de militarización que siguiendo el modelo huntingtuniano nos conducirá a un pretorianismo radical (por lo pronto). Revertirlo será sumamente difícil, o, ¿alguien cree que los militares le harán caso al próximo presidente? ¿A Sheinbaum? ¿A Ebrard? ¿A alguien de oposición?

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